Está rozando los 90 años, tiene buena salud y una cómoda posición económica. Su cabeza funciona como un reloj. Siempre fue una mujer independiente y resolutiva pero la decisión que tomó hace dos años descolocó a sus tres hijas. Ya había dejado caer que no quería ser una carga para nadie y menos para sus hijas. Ellas tienen sus vidas y le angustia pensar que un día, cuando la salud se quiebre, tengan que cuidarla. Eso no. Así que meses antes de esos dos años, sin decirles nada, comenzó a buscar una residencia en la que sentirse cómoda, tuviera compañía y que cumpliera los requisitos exigibles. Jardín, luz y cuidadoras. En casa ya había dicho que se aburría y que quería estar con gente y, de paso, prepararse para las sorpresas que deparan los años. Como tiene autonomía física eligió una residencia en la que compartir las zonas comunes, es decir, salón, jardines y poco más, y nunca su intimidad. Una habitación para ella sola, que el dinero sirve para eso. Cuando la encontró no dejó ni una sola rendija a la negativa familiar. "La decisión es mía y mi vida, también", dijo. Las hijas trataron de convencerla prometiéndole que le pondrían cuidadoras jóvenes que la acompañarían todo el día dentro y fuera de casa, pero fracasaron. La decisión estaba tomada. A sus hijas les costó un disgusto pero ella prohibió tragedia y quejas tal vez porque tampoco para la mujer era un paso fácil. Les explicó que iba a vivir en la residencia pero con la misma libertad que en casa. Igual. Entrando y saliendo. Que podían visitarla, llevarla al cine a comer o simplemente a pasear. Siempre fue una mujer guapa, mimada, presumida y elegante. Los años los asume bien porque la vida la ha puesto un par de veces a prueba y ha vencido de manera que con su humor inteligente advierte: "Ya estoy en la prórroga". Es ocurrente.

A sus hijas no les quedó otra que aceptar su decisión. Ella quiso desmontar su casa pero no se lo permitieron, que la vida da mil vueltas, mamá. No hizo otra cosa que llevarse cosas personales y pasar la llave. A las hijas les cuesta explicar a los amigos que mamá vive en una residencia pero a ella, que viene de vuelta, eso le importa un pepino. "La gente es muy cotilla. Que hablen", responde.

Una mujer valiente. Y práctica.

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