Una de las rarezas de esta campaña es la grandilocuencia de los conceptos frente al trato despectivo de lo concreto: por ejemplo, socialdemocracia o patria contra un sistema educativo en crisis, muy por detrás del siglo en que le ha tocado vivir. Miles de estudiantes hacen la última PAU, otros tantos miran a poniente a la espera de saber de qué va la reválida entrante, mientras las universidades públicas tratan de llegar a final de mes o se piensan la propuesta de ponerle a uno de sus centros el nombre de un magnate chino para resolver tanto ajuste económico. El caso es que la educación, como suele ocurrir en este país, está a la espera de ver qué van a hacer con ella después del torbellino montado por Wert y la alicatada flema del invisible Méndez de Vigo y Montojo. También se puede hacer lo planteado por el ex ministro Soria, su envidiable opción de vida tras ser pillado en los papeles de Panamá y dimitir: irse a Harvard a estudiar algo de economía, y luego aparecer en el programa 'Viajeros' para explicar cómo hacer las papas arrugadas con mojo en la tierra prometida.

Ahora en serio: un país no puede ser nada o casi nada sin un consenso extraordinario sobre su modelo educativo. Una sociedad no puede soportar la permanente insatisfacción sobre la calidad de su enseñanza. Los profesores no deberían estar para transmitir un día no y otro sí la negatividad más absoluta. Las aulas necesitarían un remozado de conocimientos para ofertar lo necesario para el mercado de trabajo. España no tendría que seguir formando a titulados superiores que van a acabar en otros países? De todo ello sería imprescindible hablar durante la campaña electoral, explicar la apuesta de cada partido, adquirir compromisos sobre cuál va a ser la inversión en educación, puesto que ahí, en estos menesteres, es donde radica la esencia de ser o no más socialdemócrata. Tenemos que ser optimistas y creer que lejos de la polarización en ciernes el próximo gobierno, más allá del oportunismo, adoptará una posición constructiva para alcanzar un gran acuerdo para acabar con la desesperanza en la educación. ¡Ojalá irse a Harvard no fuese la etiqueta! Lo indicado sería: hay profesores de los EEUU que quieren venir a dar clases a las prestigiosas universidades españolas.