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No te acabes nunca, Iniesta

El homenaje que le brindó Andrés Iniesta al fútbol ayer en Toulouse merecía una victoria como fuera. Se la concedió a última hora Piqué con un testarazo picado para desterrar el fuego amigo que le ha silbado en los últimos años. España arrancó segura y convincente, minimizando a la mínima expresión a la República Checa, con variedad de recursos y paciencia para madurar el encuentro. Y la correcta actuación de De Gea a fin de calmar las aguas turbias del escándalo Torbe. La Eurocopa comenzó a vibrar con la exhibición de Iniesta.

Nadie aprecia tanto al machego como sus compañeros de profesión. Hasta sus rivales, cuando le golpean, parecen lamentarlo: saben que es un genio surgido de la normalidad, el deseo de cualquier niño de ser futbolista sin unas notables condiciones físicas. Todo pasa por su privilegiada cabecita. Como esa media docena de pases entre líneas solo al alcance de los dioses, entre una nube de defensores checos. Como se preveía, Iniesta y Silva ocuparon esas zonas blandas de un adversario cerrado a cal y canto en su área, tratando de hallar el remate definitivo de Morata. El delantero de la Juve se movió con criterio por todo el frente de ataque, bien secundado por Nolito y por la llegada de los laterales a la línea de fondo, pero le faltó malicia para derribar a Cech. El meta checo es un gigante acostumbrado a ganar partidos y títulos casi por su cuenta (la Copa de Europa con el Chelsea de Roberto Di Matteo en 2012 frente al Bayern en su propia casa). Del Bosque agitó el banquillo dando paso a Thiago, Aduriz y Pedro, que siguieron buscando las cosquillas a Cesc. A Iniesta le quedaba el último truco: el centro enroscado desde el pico izquierdo del área que interpretó Piqué, siempre tan listo, en el primer triunfo de España.

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