Felipe González, después de haber ganado las elecciones en 1993, dijo algo así como que había entendido el mensaje del pueblo y que se trataba de hacer "el cambio del cambio." Recuerdo el chiste de Martínmorales al día siguiente, en El Periódico de Cataluña: bajo el titular con la frase de Felipe, aparecía un cambio de marchas de un coche y otro encima de él, era el cambio del cambio, uno sobre otro. Aznar lo entendió tan bien que mandó a su entonces general secretario Álvarez Cascos a verse con el ministro Corcuera para decirle que, "a partir de ahora, vale todo", lo que significaba que se iba a utilizar el terrorismo como arma electoral. Y empezó el cambio del cambio de verdad: reuniones en casa de ínclitos periodistas para preparar titulares, insultos y escándalos. Todo eso lo contó el olvidado policía Amedo en un libro desaparecido de los anaqueles. Antes había contado otra cosa, y otras bien distintas en los juzgados que lo condenaron. Todo esto viene a cuenta del uso y el abuso del término "cambio" en la campaña electoral que padecemos y disfrutamos. Hasta Rajoy habla de cambio, de manera muy soslayada, como hace él, pero habla porque dice que está dispuesto a pactar esa cosa de la gran coalición. Los cambios, aunque solo sean aires, tienen ciertas bondades intrínsecas. Pero el cambio que precisa este país no es tal, es la rehabilitación de una casa en ruinas, el estado del bienestar, que la crisis y sus gestores se han cargado. Difícil porque la causa de las causas, los mercados, siguen campando a sus anchas. Y mal que le pese al PP, Zapatero está retirado desde hace casi cinco años, aunque sigan atribuyéndole todas las desgracias. Además, el reto importante nadie lo asume: cuestionar al sistema. Bueno, sí, hay unos que se presentan en casi todas las circunscripciones, el Partido Comunista de los Pueblos de España. Su discurso es casi trágico y su planteamiento dramático, porque el supositorio de sustitución que proponen se llama dictadura del proletariado. El día de las elecciones juegan el cambio, el cambio del cambio, la moderación, la radicalidad, la reforma, el inmovilismo, el a ver quién se carga al PSOE. Pero parece que poco, muy poco, los parados, los pobres, los dependientes, los enfermos, los estudiantes, los sanitarios y los docentes. No sé por qué me empeño en escribir sobre todo esto pues cada vez que lo hago avivo mis esenciales ánimos de abstencionista activo.