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Cine 'Expediente Warren: El caso de Enfield'

Eso sí que me da miedo

Obviamente, con lo que sucede en el mundo, decir que una película da más miedo que los atentados terroristas de París, las explosiones en el aeropuerto de Bruselas, el tiroteo homófobo de Orlando o los recientes disturbios con hinchas rusos y británicos en Marsella (eso sí que me da miedo: la ignorancia, los prejuicios, el fanatismo), puede parecer una boutade. No obstante, hay que decir en honor a la verdad que Expediente Warren: El caso de Enfield, secuela de la exitosa Expediente Warren: The Conjuring de James Wan, produce verdaderos escalofríos, estremecimientos que recorren todo el cuerpo y desembocan en respingos y sobresaltos. Y eso que el director malasio lo único que hace es actualizar viejas ideas del cine de terror.

El noveno largometraje de Wan, un director con una progresión espectacular desde su debut con la franquicia Saw en 2004, es una historia que bebe de diferentes fuentes, desde El exorcista de William Friedkin a Poltergeist de Tobe Hooper, pero desde una perspectiva auténticamente freak. Estamos ante un sólido thriller sobrenatural con niñas espeluznantes, espíritus malignos y dos renombrados demonólogos, Ed y Lorraine Warren (interpretados por Patrick Wilson y Vera Farmiga), que ya los quisiera para sí el mismísimo Papa Francisco cuando se decida a acabar de una vez por todas con la pederastia dentro de la Iglesia.

Lo más interesante de Expediente Warren: El caso de Enfield, que baraja algunas atractivas ideas de guión (sin ir más lejos la pareja de demonólogos que podrían tener un programa propio como Iker Jiménez y su mujer Carmen Porter), reside en algunos sustos bien diseñados y todavía mejor ejecutados, convirtiendo la experiencia visual, potenciada por la fotografía de Don Burgess, en un tiovivo macabro, hipnótico y escalofriante. Es una pena que cierta crítica la vaya a condenar de antemano porque aunque Expediente Warren: El caso de Enfield no se pueda definir como una película novedosa dentro del género, Wan tiene el potencial de un creador de realidades espeluznantes de la categoría de escritores como Clive Barker o Richard Mathenson.

Ya que ha salido el nombre de Mathenson, y trayendo a colación lo dicho al principio, termino esta reseña con una frase extraída de su novela Soy leyenda: "El trauma no lo provoca la muerte, sino la vida. [...] Un horror acumulado termina por ser una costumbre. Para Neville la situación se reducía a simples hechos, nada más. No había adjetivos".

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