La sobriedad de la sentencia expresa en pocas palabras la resignación ante casi todo lo inevitable. Todo aquello que a nuestro parecer -o según nuestra convicción profunda- resulta irremediable. Desde tal perspectiva, el acontecer diario está marcado por el paso del tiempo y por un orden y sucesión de acontecimientos que escapan -la mayor parte de la veces- a nuestro arbitrio (o al menos, esta es la creencia generalizada). De lo que el credo popular da cuenta y certifica a través de este pseudoaforismo elemental. En ocasiones, la frase se convierte en una muletilla recurrente a la que se echa mano cuando el hablante no tiene nada más que decir o no se le ocurre otra cosa; o en una aseveración de tono conformista con lo relatado por su informante. 'Esto es así' es el único comentario pasmoso por respuesta que casi nos precipita y nos sume en la indiferencia de nuestro interlocutor.
Otras veces, la expresión resulta intercambiable por un 'esto es lo que hay', de valor y sentido similar. A menudo es sólo un modo usual de concluir una conversación informal o intrascendente y forzada por las normas de socialización. Otras, trasluce una postura aséptica o neutral del que evita a toda costa polemizar y se mueve en las tranquilas aguas de quien 'no sabe, no contesta', como que todo aquello no va con él.
En cierto modo, obedece a un comportamiento social arquetípico que denota conformismo, resignación derrotista o -en el peor de los casos- solapada sumisión. Como quien rindiéndose ante la evidencia se encoge de hombros en señal de impotencia: "Aquí no hay nada que hacer, esto es lo que hay", de manera que mejor entregarse con mansedumbre ante el ineludible destino. ("Bienaventurados los mansos", premia y alienta una máxima evangélica anquilosada en todo un sistema de creencias).
Resignación -si no pasotismo- es lo que rezuma para el observador perspicaz esta expresión con pretensión aforística. Simple adagio de lo que es inevitable por estar dentro del orden natural de las cosas o porque siempre ha sido así y no hay dios que lo cambie. Me ha parecido ver en esta voz isleña un indicio identitario de la sumisión del indígena que todos llevamos dentro; como cristalizada en nuestro ADN colectivo. El cual, de vez en cuando, deja escapar sus ramalazos.
"¡Esto es así, mis hijos! De aquí para arriba no hay más pueblo que Las Moscas..." (Tres zafras, de Ángel Sánchez).
