Justo cuando ultimábamos los preparativos para la celebración del Día del Orgullo LGBTI, el 28J, la sinrazón volvió a atentar contra la libertad sexual de forma más salvaje aún.

El 28 de junio se convirtió en Día del Orgullo en recuerdo de una redada que tuvo lugar en 1969 en un local de Stonewall (Nueva York, EE UU) frecuentado por homosexuales, acción policial a la que siguieron numerosos disturbios. El pasado domingo, otra madrugada de junio, 47 años más tarde, otro local norteamericano volvía a convertirse en escenario de un atentado LGBTIfóbico, esta vez con un saldo de medio centenar de asesinatos.

Estos hechos sangrientos han conmovido al mundo, al tiempo que nos recuerdan que no podemos bajar la guardia, que pese a los avances logrados en las últimas décadas en favor de la libertad sexual para que todas las personas vivan el amor y la afectividad libremente, cualquiera que sea su orientación, queda mucho camino por andar.

Desde las instituciones debemos implementar políticas que posibiliten que las orientaciones sexuales y las identidades de género estén integradas en la estructura y dinámica de lo social prestando especial atención a la tarea educativa, fundamental para el cuestionamiento de ideas preconcebidas que dan carta de naturaleza exclusivamente a la heterosexualidad, excluyendo de lo natural otras prácticas sexuales y generando a la vez comportamientos violentos con quienes no cumplen la norma.

Con todo, la realidad evoluciona con más celeridad que las conciencias, las mismas que pretenden interpretarla y encorsetarla. Así, el avance de nuevos modelos de familia, en las que menores crecen arropados por el afecto y los cuidados necesarios, demuestran que no es necesaria la existencia simultánea de padre y madre como dicta la norma heterosexista. La propia realidad se encarga de desmontar constructos arcaicos y prejuicios.

Son muchos los frentes abiertos en la defensa de los derechos de las personas trans. Por un lado, pervive la patologización en los ámbitos legal, sanitario y educativo. Contra esto presento una moción al próximo pleno del Cabildo, para que inste a los gobiernos y parlamentos canario y estatal a retirar de sus respectivas legislaciones cualquier connotación patologizante.

Por otra parte, es preciso entender que la identidad de género no está determinada en los primeros años de vida, muy al contrario, es un proceso en construcción sobre la base de múltiples variables que interaccionan entre sí dando lugar a identidades muy variadas, por lo que es fundamental la defensa de la libertad que posibilita ser a cada quien como sienta y quiera, abandonando la acomodación al género que se nos adjudica en función de la biología.

Sobran motivos para seguir bregando por la plenitud de derechos de todas las personas, independientemente de su orientación sexual y de su identidad de género. Contra el miedo que todo lo impregna, frenando los cambios, coartando libertades.

Buenos Aires para tod@s.

(*) Consejera de Igualdad del Cabildo de Gran Canaria