Vuelven las fiestas fundacionales de la ciudad Las Palmas de Gran Canaria, cargadas como cada año de simbolismo y un nutrido programa de actos. Más de una treintena de actividades culturales, deportivas, institucionales y de ocio, que se prolongan durante semanas para conmemorar el 538o aniversario del nacimiento de la capital grancanaria.

Una fiesta que reparte también honores y distinciones a sus ciudadanos ilustres y que este año ofrece una novedad: la recreación histórica del asentamiento militar que dio lugar a la ciudad del siglo XV.

La escenificación, promovida por el Ayuntamiento, ofrece una buena oportunidad para refrescar la memoria de los habitantes de Las Palmas de Gran Canaria, sobre la que pesa la pérdida de gran parte de sus archivos históricos en dos graves incendios (en 1599 con el asalto de Van Der Does y en 1842 tras un robo en las primeras Casas Consistoriales). Pero es también una invitación a pensar la ciudad: la de ayer, la de hoy y, sobre todo, la de mañana. A observarla desde la perspectiva que da el paso del tiempo y analizar su capacidad para dar respuestas -acertadas o no- a los retos de cada etapa histórica, incluida la actual.

Con cinco siglos de vida, Las Palmas de Gran Canaria es una ciudad joven si la comparamos con las ciudades milenarias de la Europa a la que pertenecemos. En su camino hacia la madurez, ha vivido momentos de prosperidad y de decadencia, impulsados por su adaptación o inadaptación a las necesidades de cada tiempo. Así, en su primera etapa, aquel asentamiento militar instalado en la colina de Santa Ana se transformó en pocos años en la originaria ciudad administrativa y comercial de Vegueta y Triana, que le permitieron jugar durante siglos su papel de plataforma hacia América. Durante un largo periodo, la ciudad, eminentemente agrícola y encerrada dentro de sus murallas para defenderse de los invasores, vivió de espaldas al mar, que representaba una amenaza.

Pero el tiempo transformó aquella amenaza en una oportunidad y Las Palmas dio un salto a la modernidad a partir de la construcción del Puerto de la Luz, en la misma bahía de las Isletas por la que habían arribado siglos atrás los conquistadores. Su construcción, sin embargo, se dilató durante décadas por la oposición de las élites dirigentes de entonces a perder el Muelle de San Telmo, el pequeño malecón de piedra donde se concentraba la actividad comercial, pero ubicado en tan mal lugar que en varias ocasiones fue destruido por las olas y el viento. Esta resistencia limitó el potencial de progreso que tenía entonces la capital grancanaria y retrasó su desarrollo a favor de otras ciudades canarias.

La proclamación de la ley de Puertos Francos, y la construcción del Puerto de La Luz casi cincuenta años después, dio lugar al nacimiento de la ciudad-puerto de hoy. Y, desde entonces, el reto de la capital grancanaria ha sido integrar sus "dos" ciudades -la originaria y la portuaria-, así como a quienes llegaban a ella atraídos por su conversión en un atractivo destino turístico, fundamentalmente para los viajeros británicos.

Esta breve reseña del pasado permite sacar algunas conclusiones históricas, ante el reto que tiene hoy ante sí Las Palmas de Gran Canaria. Un reto que pasa, en primer lugar, por una redefinición y adaptación de sus señas de identidad a los tiempos actuales. Su Identidad hunde sus raíces en el mestizaje y el cosmopolitismo con el que nació: una ciudad habitada por conquistadores y conquistados, personas libres y esclavos, junto a una amalgama de pueblos que sucesivamente se han ido integrando en su sociedad. Pero cuyo cosmopolitismo originario difiere del nuevo concepto de ciudad global que, interconectada con otras ciudades del Atlántico, le permitan jugar de nuevo su papel de plataforma tricontinental.

La ciudad no es un ente estático. Es un organismo vivo en constante evolución y adaptación. Así, Las Palmas de Gran Canaria conmemoró durante décadas la conquista cada 29 de abril hasta que la democracia puso, no sin polémica, punto y final a aquellas celebraciones. Hoy, las fiestas fundacionales de la capital grancanaria celebran el nacimiento de una ciudad atlántica moderna que, cada San Juan, sustituye los viejos propósitos por nuevas iniciativas que le permitan afrontar su futuro. Su reactivación turística y cultural; su reordenación espacial, para integrar piezas claves para su futuro, la Base Naval o La Isleta; su revalorización como ciudad universitaria, por primera vez en su historia; o su internacionalización como núcleo urbano de influencia en el Atlántico Medio, son algunos de los aspectos sobre los que profesionales de diferentes disciplinas piensan la ciudad y plantean soluciones para este siglo XXI. Soluciones que precisan de un liderazgo claro y un consenso lo más amplio posible para que los proyectos que Las Palmas de Gran Canaria necesita hoy, no sufran oposiciones y resistencias que le impidan progresar en las próximas décadas.