A Rivera deberían llevarlo a la charcutería para que a base de uno, dos o tres fiambres montase uno de sabor único, algo que le encantaría al español medio dada la propensión al gasto en mortadela o jamón de las familias, según la encuesta del INE (siempre a pie de obra en víspera electoral). Y es que la capacidad de echar gotas de imaginación del candidato de Ciudadanos resulta narcotizante: sin ir más lejos, su propuesta de que sea presidente del Gobierno un diputado de consenso.

La verdad es que la inventiva tiene cierto tufo de excepcionalidad, de golpe de timón a una democracia deteriorada, casi de elefante blanco dispuesto a salvar a la patria, muy aproximada a los contactos políticos anteriores o posteriores al 23-F para encontrar un salvador frente al acoso del terrorismo. La experiencia ante lo sucedido, aunque Rivera no lo comprenda, debe ser más que suficiente para respetar los votos y los mecanismos democráticos. Para buscar un diputado de consenso que quiera ser presidente no hacen falta unas elecciones, sino que estos líderes que nos han tocado en suerte se reúnan en una céntrica cafetería de Madrid y decidan a mano alzada quién es el candidato adecuado, o sea, el más capaz entre los capaces de administrar la confianza que estos supremos representantes de la soberanía popular ponen en sus manos. Me parece deprimente que un líder de una fuerza política que se presenta a unas elecciones, que se aprovecha del amparo constitucional, dude que las mismas sirvan para algo y se saque de la chistera el conejo del "diputado de consenso".

¿Pero es posible algún consenso en este país tan personalista? Temo hasta que el hipotético fuese un narcisista autorreferencial ególatra que nos llevará a una situación que haría saltar las costuras de la estructura. La fuga de Rivera, repito, me traslada al blanco y negro, al está a punto de llegar una personalidad, al no está ni se le espera, a una conspiración peliaguda, aunque ahora enmarcada en un previo electoral y proferida por un candidato que no ve con buenos ojos los resultados alumbrados por las encuestas. Repito, para un elefante blanco no hace falta ir el domingo a las urnas, que tome la decisión una comisión de notables.