La generación de políticos que ha venido gobernando España durantes estos últimos cuatro años pertenece a tiempo pretérito. Lo expresa sin ambages la voz del poeta:

Me dicen: ¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!

Pero ¿cómo puedo comer y beber

Si al hambriento le quito lo que como

Y mi vaso de agua le hace falta al sediento?

El presente (y también el futuro) se halla en manos de los jóvenes: ellos se encargarán próximamente de reconstruir aquel Estado del bienestar que el Partido Popular se encargó de destruir. Frente a ellos, que, como aves de rapiña se han dedicado a saquear lo que quedaba de España para llevárselo a Panamá, depositamos nuestra confianza en los jóvenes políticos porque entienden su trabajo no como un conjunto de prebendas para castas privilegiadas, sino como un servicio a los ciudadanos, que para eso pagan sus impuestos religiosamente:

Vosotros, que surgiréis del marasmo

En el que nosotros nos hemos hundido,

Cuando habléis de nuestras debilidades,

Pensad también en los tiempos sombríos

De los que os habéis escapado.

La juventud representa una manera distinta, nueva, de hacer política: lo que propone -y si se quiere, se puede hacer- consiste en llevar a la práctica diversas políticas que beneficien al pueblo, porque no se gobierna para Bankia ni para Nóos o Aizoon, y mucho menos para salvaguardar los privilegios de la Casa Real, que pagamos todos los españoles. No, lo que queremos los españoles es que se gobierne para el pueblo, para nosostros, los ciudadanos. Codo con codo. Juntos. Y estamos seguros de que unidos podemos:

Desgraciadamente, nosotros,

Que queríamos preparar el camino para la amabilidad

No pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos

En que el hombre sea amigo del hombre,

Pensad en nosotros

Con indulgencia.