El tapón de la esquizofrenia electoral parece ilimitado, burbujeante. ¡Y cuidado!, los que visitan el festín con asiduidad maníaca pueden recibir un taponazo en un ojo y acabar con una prótesis con el iris exacto al original. La última extracción de corcho ha sido despampanante: Sánchez echa en cara a Iglesias su desprecio al comunismo, como fórmula sabuesa para exhibir el esquinazo rápido (o revisionismo, decían los viejos marxistas) del de Unidos Podemos hacía los derroteros socialdemócratas, aunque la aviesa guinda más bien hay que situarla en ponerlo en confrontación con la hoz y el martillo de Garzón. Creo que en el programa de Ana Pastor despachó su empacho bolchevique como un pecado de juventud, una pulpa de los años revolucionarios donde el Che Guevara era un profeta y nadie le hacía caso a los leninistas que ya habían tirado los galones tras vivir la invasión de Checoslovaquia por la URSS o tras conocer (Sartre fue el más que tardó en hacerlo) que Stalin también tenía su holocausto en Siberia. La verdad es que todos deberíamos estar sensatamente plácidos al conocer de boca de Iglesias que el sarampión setentero (aunque el suyo parece más ochentero) fue muy pasajero, y que ahora mismo renuncia a los ideales proletarios. A Sánchez, sin embargo, este repudio le parece poco acertado, y hace una reivindicación de los logros (¿dónde?) del comunismo, no sabemos si el del socialismo real o el científico, que decía que tras la dictadura del proletariado llegará un paraíso donde todos tendrán de todo, y como consecuencia de ello no habrá que preocuparse por un asunto tan mínimo como la libertad. Me parece que el candidato socialista se ha metido en un jardín de estrellas con la defensa de lo único que ha hecho el comunismo aparte de su valor como teoría política: criar sátrapas que hundieron sus respectivos países en la miseria con el consiguiente crecimiento de una casta. Resulta asombroso que la campaña electoral se encuentre en estos establos: seguro que hay problemas más importantes en la sociedad española que esto del comunismo y sus raíces, porque no creo que se vaya a resolver el problema del tejido productivo de este país o la alta tasa de paro con un programa quinquenal o una campaña de zafra centralizada desde un comité central donde no cabe la crítica o la autocrítica. Lo único posible, plantearía un buen comisario, sería la autoinculpación por heterodoxia. Tremendo.