Quince millones de europeos pagan anualmente por visitar Mallorca, otros quince millones se quedan con las ganas, quince millones más comprarían una casa en la isla si pudieran. En medio de este frenesí, Rajoy llegó a Son Sant Joan malhumorado, con ganas de estar en otra parte. Lejos no solo del suelo mallorquín, sino en las antípodas de España. Su ministro Fernández Díaz condecora Vírgenes en público y monta belenes en privado. Encima, el titular de la policía se deja grabar asegurando que el presidente conoce y alienta las maquinaciones contra partidos democráticos. Por cierto, lo asegura el ministro ultracatólico y no publico.es, en contra de lo que pretende la agencia estatal de desinformación. Como para pasear por Sóller en la placidez del verano.

El Gobierno del PP ha traspasado la última frontera, con un estilo tan miserable que hasta sus rivales tardaron un día en reaccionar al impacto. Al margen de toda peripecia electoral, ya puede concluirse que Rajoy se despidió ayer de la presidencia del Gobierno en Sóller. A partir del domingo puede llegar a La Moncloa otro presidente de derechas, como Pedro Sánchez o el mismísimo Rivera, pero queda clausurada la continuidad de quien balbucea incoherencias ante su enésimo caso Bárcenas. En su pretensión de enterrar el escándalo, el candidato popular se ha enterrado junto al ministro. Han dejado España a la altura de Venezuela.

Hay algo peor que la corrupción, y es permitirla como ha hecho Rajoy. Hay algo peor que permitir la corrupción, y es encubrirla como también ha hecho Rajoy. Todavía hay algo peor que encubrirla, y es inventarla como también ha hecho Rajoy según su ministro. Ambos se han caído en las cloacas del Estado que se habían comprometido a defender. Excepcionalmente, la proximidad de las elecciones facilita el reproche a singularizar en los autores del embrutecimiento. Y por favor, no rematen el escándalo equiparando a Rajoy con Nixon, todavía hay clases.

¿La reacción de Rajoy desde Mallorca al envilecimiento de su labor de Gobierno? "Hay gente con ganas de organizar un problema donde no existe". Solo le ha faltado añadir que la voz de Fernández Díaz está grabada fuera de contexto. Ha perdido hasta el último residuo de autoridad. Tuvo que ser el presidente quien llamara al ministro a las ocho de la tarde del martes, para interesarse por lo sucedido. La conversación fue breve, a las nueve jugaba España. "Venga, que hay fútbol". (Este texto se ha escrito únicamente a partir de la transcripción de las grabaciones de Fernández Díaz. Me da vergüenza escucharlas, el Estado todavía me merece un respeto).