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Crónicas galantes

Dinero emigrante

Empeñado en que sus compatriotas repatríen el dinero que han puesto a trabajar en bancos foráneos, el nuevo presidente argentino Mauricio Macri se topa estos días con un problema ciertamente embarazoso. Tanto él como la mayoría de sus ministros guardan millones de dólares fuera del país y ni siquiera es seguro que todos estén por la labor de devolverlo a bancos de casa. No piensa hacerlo, desde luego, el presidente de la banca pública nombrado por Macri, quien alega, muy razonablemente, que no es bueno jugar con la herencia de los hijos.

Esto no anima gran cosa al contribuyente, pero en el fondo resulta de lo más natural. ¿Quién mejor que los gobernantes para conocer de primera mano los riesgos de que un gobierno -el suyo, por ejemplo- reduzca a papelitos del Monopoly los cuartos de la gente? La experiencia de los argentinos con el corralito y otros cepos en los que el dinero queda atrapado es lo bastante larga como para que incluso sus presidentes tomen las oportunas prevenciones al respecto.

El caso llama ahora la atención en Argentina, pero en realidad se trata de un fenómeno de alcance universal.

Aquí en España, sin ir más lejos, alcanzó celebridad un vicepresidente al que en su momento se le atribuyeron virtudes prodigiosas en materia de finanzas. Entre otras, la de obrar el llamado milagro económico español en la época de Aznar.

Años más tarde, los investigadores de Hacienda -constituidos en Aduaneros sin Fronteras- averiguaron que el ya exvicepresidente disponía de un capitalito nada corriente que había ido dispersando en decenas de cuentas corrientes con domicilio en bancos extranjeros. Y también en algunos nacionales, que tampoco se trata de ser prejuicioso.

Choca un tanto que un político con mando sobre el Fisco se entregue a prácticas poco patrióticas como esas; aunque en realidad -y salvada la cuestión del cargo- se trata de una costumbre de lo más extendida. Aquí lo mismo le encuentran unos millones expatriados al tesorero del partido en el gobierno que a un líder minero de los de temple de barrena y puño en alto.

Parece lógico si se advierte que el dinero es un ave miedosa que echa a volar en cuanto nota la menor perturbación atmosférica. Los que lo tienen en grandes cantidades son propensos a darle refugio en reservas de la biosfera financiera generalmente situadas en Suiza; y a estos efectos poco importa que el propietario del capital sea de izquierdas, de derechas o mediopensionista. Los billetes no entienden de política ni de religión, puesto que son en sí mismos una de las formas que adopta la divinidad.

Así se explica que los propios gobernantes se lleven el dinero a países más fiables que el suyo, como ahora sucede con el curioso si bien nada extraordinario caso de Argentina. El nuevo gobierno liberal de Macri maneja información suficiente para saber que su plata viajera está más cómoda y segura en bancos del exterior; pero no se trata de novedad alguna. También sus antecesores, los peronistas del ala Kirchner que tanto gustan al Papa, andaban en tratos confusos con el dinero que están saliendo a flote (los tratos, no el dinero) tan pronto han perdido el poder.

Hay otros gobiernos, cierto es, que no impulsan a emigrar al dinero ni a la gente. Por desgracia, son muy pocos y en general situados fuera del ámbito latino. Habrá que seguir pechando con lo que tenemos.

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