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Papel vegetal

El lobby que no cesa

Como si no hubiese habido una cumbre del clima en París, como si no se hubiesen lanzado allí graves advertencias sobre la catástrofe que se avecina si no se toman medidas urgentes para frenar el calentamiento del planeta, el lobby del sector energético sigue erre que erre en Bruselas.

Lo corrobora el Observatorio de la Europa Corporativa, la ONG que se dedica al seguimiento de los lobbies que operan en la capital comunitaria y que ha registrado nada menos que 163 reuniones relacionadas con la energía en el año y medio transcurrido desde entonces.

El Observatorio ha contado 163 contactos con lobistas por parte de la Comisión encargada de la energía, que encabezan el vicepresidente Maros Sefcovic, máximo responsable de la Unión de la Energía, y el español Miguel Arias Cañete.

De esas 163 reuniones, precisa el Observatorio, un 71 por ciento fueron con representantes de empresas de ese y otros sectores contaminantes como el aeronáutico, un 17 por ciento con diversas organizaciones no gubernamentales medioambientalistas, un 8 por ciento con centros de investigación y un 5 por ciento con sindicatos.

Significativamente, según ese recuento, las empresas españolas representaron un tercio de las 69 reuniones mantenidas con el sector energético por el vicepresidente eslovaco, el comisario español o distintos funcionarios de sus respectivos equipos.

Y lo que, para los ecologistas es más grave de todo, sólo veinte del total de reuniones celebradas lo fueron con representantes de la industria de las energías limpias o de la eficiencia energética, las que deberían tener más futuro.

Los ecologistas acusan a la Comisión Europea de haber dado marcha atrás en sus compromisos medioambientales al expandir los suministros de gas natural, tanto del convencional como del obtenido mediante las nuevas y polémicas técnicas de fracking o fracturación hidráulica.

De seguir las cosas por ese camino, advierten, será imposible cumplir el objetivo que se marcaron los participantes en la cumbre parisina de impedir que la temperatura media del planeta supere en más de dos grados los niveles de la era preindustrial.

El problema, según denuncian los ecologistas, es que nada en el texto aprobado en la capital francesa es legalmente vinculante para los signatarios del documento final y con los compromisos voluntarios actuales no se evitará superar el límite allí establecido.

Otra escapatoria para las industrias más contaminantes es que en París se les permitió compensar sus emisiones de CO2 mediante la plantación forestal o a través de métodos o tecnologías que funcionen como "sumideros de carbono", es decir que extraigan de la atmósfera y almacenen los gases de invernadero.

El acuerdo de París abrió además las puertas a un nuevo mercado de carbono que permite a los países ricos seguir con sus emisiones de esos gases con la compra a otros de los derechos de contaminar que les corresponden y que no pueden agotar.

Los ecologistas advierten además de que el sector sigue invirtiendo en infraestructuras para el suministro de gas pese a que es potencialmente peor que el carbón desde el punto de vista del cambio climático en lugar de centrarse en las renovables. ¡Como si la cumbre de París no se hubiese celebrado!

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