La Provincia - Diario de Las Palmas

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Efeméride

Reflexión del 24 de junio

Hace justamente cincuenta años, el 24 de junio de 1966, publiqué en "Diario de Las Palmas" un artículo titulado "Las Palmas, 488 años después", en el que recordaba la fundación de nuestra ciudad en 1478 y el desenvolvimiento urbano habido desde entonces. Pretendía generar una reflexión sobre la conveniencia de conmemorar cada año el nacimiento de esta capital. Con anterioridad se celebraba la antiquísima y tradicional fiesta de San Pedro Mártir, en el 29 de abril, día de la Incorporación de Gran Canaria a la Corona de Castilla, un festejo cívico-religioso tergiversado durante la dictadura. Era la celebración de una fecha remota, atrapada en el pasado, que carecía de proyección en el presente.

Dos años después, el 24 de junio de de 1968, ya hubo una primera manifestación de la conmemoración fundacional, consistente en una misa en la iglesia de San Antonio Abad, en el lugar donde, hace ahora 538 años, se puso la primera piedra de Las Palmas. Con posterioridad, el cumpleaños de la ciudad, pasó a incorporarse, lenta y paulatinamente, a nuestra memoria colectiva hasta alcanzar, en 1978, la celebración del V Centenario de Las Palmas de Gran Canaria. Con ello pretendía conseguir una ordenación del tiempo de la civilidad, como expresión del desenvolvimiento histórico de una comunidad urbana, que, escribía yo entonces, es un complejo sistema dinámico en el que las formas espaciales y los procesos sociales se encuentran en permanente interacción.

Básico en la construcción de la historia es analizar la génesis de los procesos sociales y de su trascendencia posterior, si la tienen. El origen histórico de Las Palmas se sitúa en la competencia entre Portugal y Castilla, en sus objetivos de expansión en el Atlántico en el siglo XV. La conquista de Gran Canaria obedecía a las pretensiones ultramarinas de la Corona castellana y el asentamiento de Las Palmas fue la primera manifestación de este propósito. Finalizada aquélla, en los decenios siguientes se fundamentaron los pilares que sustentaron la ciudad en su etapa germinal.

Ciclo fundacional.- Entre 1485 (obispado) y 1589 (gobierno general de Canarias) se establecieron los elementos nucleares de la Ciudad Real de Las Palmas, que trascienden a las siguientes centurias. La urbe se levanta y se desarrolla sobre tres pilares básicos: a) su posición atlántica, iniciada con el paso de Colón; b) la organización político-administrativa como cabeza del archipiélago: Ayuntamiento, Fuero real, Real Audiencia de Canarias, Gobierno y capitanía general de Canarias; y c) la economía azucarera, comercio de lujo con Europa que alcanzó su cénit a mitad del siglo XVI. En este periodo destacan la Catedral gótica, la antigua Casa Consistorial renacentista, la Plaza Mayor integradora y la construcción de las murallas y fortificaciones. Avanzada la segunda parte de la centuria, brilla la figura del poeta Bartolomé Cairasco ("Templo Militante") y su academia renacentista del Apolo Délfico. En el crepúsculo del siglo, cierra este ciclo el saqueo e incendio de la ciudad por las tropas del general y almirante holandés Pieter van der Does.

Un instante de luz.- Los siglos XVII y XVIII son tiempo de estancamiento y de prolongado letargo. Hay inmanencia, pero no trascendencia en el devenir de la villa. Las primeras décadas del XVII asisten a la reedificación y reposición de los edificios destruidos en el ataque neerlandés. En sus postrimerías comienzan a divisarse humildes habitaciones en las cuevas de las laderas aledañas al Guiniguada. Se edifican tres nuevos conventos, que se suman a los ya existentes en la precedente centuria. La armonía de la arquitectura colonial dibuja el plano de Pedro Agustín del Castillo. En los finales del XVIII, el reformismo del reinado de Carlos III deja sus positivas huellas en la ciudad: empedrado de calles, nueva canalización y abastecimiento de agua, proyecto del primer muelle, el de San Telmo, nuevo hospital de San Martín. La conclusión de la Catedral inicia, con su nueva fachada, la arquitectura neoclásica. La Real Sociedad Económica de Amigos del País promueve renovadas iniciativas para el porvenir de Gran Canaria. Brilla la figura del historiador y naturalista Viera y Clavijo ("Diccionario de historia natural de las islas Canarias", 1799).

La segunda fundación.- Pasada la mitad del XIX, fue derruida la muralla de Triana. En los arenales se manifiesta humildemente la primera expansión de la villa. La rodean tuneras en las que anida el insecto de la cochinilla, fuente coyuntural de riqueza exportadora. El impulso institucional se traduce en la fundación del Gabinete Literario y la creación del Colegio de San Agustín. Comienzan a florecer cultura y docencia. Pérez Galdós ("Episodios nacionales") se establece en Madrid. Brilla la generación intelectual de Gregorio Chil, Domingo J. Navarro, Amaranto Martínez de Escobar, Baltasar Champsaur Sicilia, la generación del Museo Canario, 1879. La ciudad centra sus ilusiones y energías en la construcción de un muelle en la bahía de las Isletas. En 1883, Fernando y Juan León y Castillo alumbran el Puerto de la Luz, big bang de la ciudad moderna: gran concurrencia de barcos de mil banderas, comercio, industria naval, exportaciones hortofrutícolas, banca y seguros, turismo, gestionados en gran parte por las empresas inglesas. En la renovada población destacan el Teatro Pérez Galdós y el Hotel Santa Catalina. Laureano Arroyo, 1890: primera planificación urbana. El último año del siglo la ciudad vio la luz.

La urbe cosmopolita.-Sin bombas ni metralla, las dos guerras mundiales y la guerra civil española han asolado la ciudad en la primera mitad del siglo XX. En contraste con ello, brilla la generación literaria del primer cuarto de la centuria, la de Tomás Morales ("Las rosas de Hércules"), Alonso Quesada, Saulo Torón, Claudio de la Torre, el pintor Néstor (Poema del mar), entre otros, y, después, la generación artística de la Escuela Luján Pérez. La Ciudad Jardín culmina la conurbación Las Palmas-Puerto, la ciudad lineal. Resaltan las bellezas de la edificación modernista y el cartesianismo de la arquitectura racionalista. Más tarde, la edificación social se extenderá por las terrazas altas de Las Palmas. Pasado el ecuador del siglo, renace con mucha pujanza el Puerto de la Luz, bastión económico de la urbe. Le acompaña el turismo de masas que, desde el norte de Europa, se atrinchera bajo el sol de las Canteras. Las Palmas se abraza con el mundo en el Parque de Santa Catalina. Es la urbe cosmopolita que trasciende hasta nuestros días.

Hoy, los diques, grúas, industrias del Puerto de la Luz alcanzan un desarrollo inimaginable, ejercen una vida propia y distante de la población. Desde 1883 es sólido pilar económico y social de Las Palmas de Gran Canaria. En buena parte, lidera el más reciente periodo histórico de nuestra realidad urbana. Aquí hemos pretendido sintetizar, apretadamente, los tiempos que tuvieron trascendencia en la evolución de la capital. ¿Y el presente? Medio siglo después de mi primera reflexión en estas páginas, ahora en un mundo de grandes transformaciones, sería injustificable atrevimiento, por mi parte, osar diagnosticarlo en dos palabras. Han quedado atrás ilusiones como la Gran Marina, la declaración de Patrimonio Mundial cultural, la planificación humana y racional, una ciudad de espacios verdes?Entonces ¿el futuro?: será, digámoslo con el poeta José María Millares, "un mar de palabras, de versos, de sílabas y flores".

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