Pablo Iglesias ha reivindicado a Podemos por primera vez como el voto útil frente al Partido Popular, casi al mismo tiempo que elogiaba a Zapatero como el mejor presidente de la democracia de la reciente historia de España.
Si lo que Iglesias pretende es atraer al electorado más de izquierdas del PSOE haciéndole guiños al último de los líderes socialistas que mejor sintonizó con él, estará avanzando seguramente en el camino adecuado. Ahora bien, si el asunto va más allá del electoralismo y se trata de una admiración sincera habrá aún más motivos por los que preocuparse en torno a la figura del nuevo aprendiz de brujo de la izquierda, dado que entre las virtudes de Zapatero no está la de haber sido un buen gobernante, mas bien todo lo contrario. De ser admiración sincera la que profesa Iglesias, el voto útil que reclama para reemplazar al PP lo sería sólo para él y para los suyos: para los españoles no pasaría de una auténtica inutilidad como lo fue el propio Zapatero, que embarcó a este país en no pocas calamidades que inciden sobre su lamentable situación actual.
Pero ya ven, Zapatero es el segundo de los expresidentes reivindicado por la llamada nueva política. El otro, Adolfo Suárez, obtuvo después de muerto las adhesiones a su figura de Albert Rivera, y hasta fue parafraseado por Pedro Sánchez cuando recalcó aquello de "puedo prometer y prometo".
La admiración y el respeto por Suárez habían dejado de sorprendernos, la reivindicación de su papel al frente del centrismo en otra etapa difícil de este país se convirtió en un reclamo electoral durante la anterior campaña.
Pero nadie esperaba, yo creo que ni el propio Zapatero, que alguien se refiriese a él como el mejor presidente de la democracia. Que Iglesias lo reivindique, con la posibilidad de que la reivindicación sea sincera, es para inquietarse aún más sobre el futuro que nos espera.
