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Opinión

Urnofilia para acabar con la eurofobia

Con inconsciencia o no, los británicos han votado por salirse de la UE. Lo que deja partido el Reino Unido en dos mitades prácticamente iguales. Eso en lo que atañe a porcentajes de voto. En lo tocante a regiones, Gales e Inglaterra se han ido con el brexit; Escocia e Irlanda del Norte se quedan con la permanencia. Así que al decidir que abandonan una unión, la europea, que dejan más que tocada, los británicos han tocado seriamente también la suya, y escoceses y norirlandeses ya han empezado a presionar a Londres para poder celebrar sus propias consultas. Escocia, un segundo referéndum de independencia, esta vez para quedarse en esa UE de la que el conjunto del Reino Unido ha decidido salirse; el Ulster, todavía más complicado, para dirimir si sigue ligada a Londres o debe unirse a Dublín, aunque éste, claro, sólo es el deseo de los nacionalistas de la provincia.

Hace menos de dos años, a sus hermanos escoceses (espejo de sus primos catalanes) no les daba ningún miedo que la independencia llevara aparejado el divorcio de Bruselas. Ahora sí que les preocupa, y para no quedarse fuera de la Unión su ministra principal, Nicola Sturgeon, volverá a decir (ya lo ha dicho muchas veces) que es imprescindible promover una nueva consulta soberanista. Y la pregunta es: ¿por qué lo que hace dos años era un mal menor, un riesgo asumible o algo que nunca iba a suceder, ahora es un peligro cierto, una cuestión de vida o muerte?

Y, además, ¿cómo podrá hacerse? ¿Cómo podrá una porción del Reino Unido, que ya no forma parte de la UE, seguir dentro de ella? Independizándose, claro, pero? ¿estará dispuesto el Gobierno de Londres a ceder a Edimburgo la prerrogativa de celebrar una nueva consulta, si ya no puede contar con el miedo a la salida del bloque comunitario para rebajar las ansias secesionistas escocesas? (Recuérdese que esa amenaza contribuyó sobremanera a que el "no" a la independencia triunfara.)

A lo que se ve, la pertenencia a la UE es un valor variable, que pesa más o menos en función de otras necesidades políticas: en 2014, la independencia de Escocia; en 2016, el deseo de Cameron (más bien suicida) de mermar el pujante ascenso de la eurofobia y de su principal abanderado, el UKIP de Nigel Farage. Y aunque el Gobierno de Londres ya contara con que Sturgeon presionaría por la celebración de un nuevo referéndum de independencia, el "imperativo democrático" esgrimido por el viceministro principal del Ulster, el nacionalista Martin McGuinness, para exigir una "consulta sobre fronteras" supera todo lo predecible.

En clave exclusivamente territorial, de relaciones entre los gobiernos centrales y sus periferias más o menos secesionistas, el resultado del referéndum del brexit tiene y tendrá consecuencias muy inquietantes. Sin ir más lejos, la de situar el plebiscito como único instrumento de validación democrática. Gracias a la doble cesión de Cameron, los europeos pueden empezar a pensar que deben ser consultados sobre casi todo. En España, la lección del líder 'tory' será aprovechada por Pablo Iglesias, como ya lo está siendo por los populistas de extrema derecha de Francia, Holanda e Italia, y los independentistas catalanes no les irán a la zaga; porque, si los británicos tienen "derecho a decidir" si siguen en la UE, ¿por qué no van a tenerlo los catalanes para pronunciarse sobre su continuidad en el Reino de España y, si se salen, permanecer dentro del club?

Tampoco desaprovecharán la ocasión los nacionalistas vascos, que siempre han vigilado de cerca el proceso norirlandés. Pero el foco de atención está puesto en Barcelona, donde ayer el presidente catalán, Carles Puigdemont, animaba a los escoceses "en las decisiones que puedan tomar" y, prudente él, acusaba a la Unión de "menospreciar" la "diversidad" de Europa.

Los líderes políticos españoles, concluía, son "absolutamente urnofóbicos". En cambio, Cameron es un "urnófilo" que se ha quedado sin jefatura de gobierno y ha partido en dos su país para intentar evitar que un ultra, insolvente bebedor, convirtiera la política británica en una charla de pub, repleta de chistes soeces, machistas y racistas.

Sin embargo, para Puigdemont, el resultado del referéndum del jueves, instigado por el triunfo de Farage en las europeas de 2014, es una "oportunidad" para refundar la UE.

A partir, supongo, de su desmembramiento. Construcción, previa implosión. Pero ahora votando, no como hace un siglo en los campos de Francia. Espero.

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