La revolución culinaria pasa por los giros histriónicos de una máquina única. La cocina cuenta con un aliado desde hace unos años que responde al nombre de Thermomix. Cada tres minutos se vende un cacharro de estos en España. Artilugio de fácil manejo que consiste básicamente en ir introduciendo diferentes productos de todos los colores para cocinarlos a diferente velocidad y temperatura. El resultado de la mezcla son suculentos platillos que contentan cualquier barriga agradecida. En cuestión de minutos y con unas simples instrucciones, un bisoño en la cocina es capaz de confeccionar menús de calidad. Algo parecido deberían crear para poner de acuerdo a los políticos que nos representan. El rechazo al entendimiento ha sido más que manifiesto y la gobernabilidad, de persistir el enquistamiento tras las elecciones, seguirá en el aire. La conquista del poder no puede alargarse sine die, ya que no habrá país que lo resista. España, ávida de reformas y sumergida en una coyuntura poco favorable, no está para perder más el tiempo. Los que pensaban que el virus de la izquierda remitiría erraron de pleno. Si, por el contrario, los que anhelan gobiernos estables y monocolores como los de antaño tendrán que esperar. La inestabilidad, por desgracia, se ha instalado de forma incómoda en un sistema con fisuras. La cartografía política dibuja un panorama nada halagüeño para la cocina.De superar, por ejemplo, Unidos-Podemos al PSOE, la crisis que se abrirá entre los socialistas será de imprevisibles consecuencias. A ello, se le une, no sin razón, la postura de Ciudadanos de no respaldar a un desgastado Rajoy, que defiende que la lista más votada se haga con el poder. Algo, que sería de lo más deseable para evitar unas terceras elecciones. Una maniobra que, no obstante, el PP en su día quebró en Canarias y que ahora defiende hasta la saciedad. Lo que no se puede admitir es que la zozobra democrática haya llegado para quedarse en un país sin rumbo que tiene hambre de soluciones urgentes. Bendita Thermomix.
