El Partido Popular sale reforzado de las elecciones y en mejores condiciones que hace seis meses para intentar la formación de gobierno. Los populares, con una estrategia de desgaste que ha quemado a sus rivales, cautivos de unas expectativas electorales sobrevaloradas y, por lo tanto, al final decepcionados por una ilusión frustrada, vencen con mayor rotundidad y aumentan la distancia sobre la segunda fuerza: el PSOE. Mariano Rajoy, porque así lo quieren los españoles, queda legitimado para reivindicarse ante quienes les cuestionaron hasta vetarle en la presidencia del Gobierno. Una mayoría de ciudadanos opta por la derecha, y eso, sin maniqueísmos ni prejuicios, deben entenderlo quienes a partir de hoy tienen la responsabilidad de negociar.

El PSOE resiste el ataque por su izquierda, que no es poco en las circunstancias en que afrontaba la jornada y con un líder cuestionado en casa. Aún con una ligera bajada y unos resultados ya malos -en cada cita con las urnas últimamente bate un récord a la baja-, eran tales los vaticinios de desmoronamiento que una mínima pérdida sabe a los socialistas a victoria. Las dos citas, la de diciembre y la de ayer, más que unas elecciones generales, suponían para los socialistas una prolongación de las primarias internas. Habrá que ver ahora qué pasa con el liderazgo de Pedro Sánchez. Está en condiciones de revalidarlo cuando nadie hace unos meses daba un euro por su futuro. Resistió el zarpazo de Iglesias, el adelantamiento por la izquierda, pero el PP todavía le cobró mayor ventaja.

Podemos e Izquierda Unida, formaciones muy diferentes pero aliadas en un fin común -adelantar a los socialistas, que les justificó sacrificar coyunturalmente sus principios-, son los grandes derrotados. Colocaron tan alto el listón que se repartieron la piel del oso antes de cazarlo. Una vez más, queda demostrado que, en política, uno más uno no siempre suman dos. Ciudadanos ha sido víctima de su conducta errática. Si ya en diciembre sufrió una decepción, ahora paga el miedo del electorado y la incoherencia: teniendo su caladero de votos a la derecha, optó en estos seis meses por apoyar a la izquierda moderada. Un supuesto mensaje de centrismo y equidistancia que sus simpatizantes no entendieron.

Las elecciones dejan claro que España no quiere experimentos ni radicalismos. La vieja política recupera terreno y las formaciones clásicas demuestran que poseen todavía un suelo sólido. Aunque no pueden confiarse: está situación la propician más los errores ajenos que los aciertos propios, y los electores siguen oteando el horizonte esperando regeneración y cambios. PP y PSOE no pueden dormirse. En sólo seis meses la nueva política dejó patente que antes que la pluralidad y el multipartismo lo que en realidad le importaba era implantar su nuevo bipartidismo. Una sustitución de caras.

Si en diciembre el pacto de izquierda resultó imposible, ahora parece más lejano, lo que tampoco despeja el camino de las alianzas para formar un ejecutivo conservador. Los socialistas, por acción o abstención, vuelven a tener como entonces bastante que decir, aunque en otras circunstancias: esta vez una alianza sólo con Ciudadanos no les alcanza para intentar la investidura.

En Canarias, el PP obtiene unos extraordinarios resultados, sobre todo tras la salida de su líder durante las dos últimas décadas. Con la marcha de José Manuel Soria, ausente en la plancha electoral y fuera de la presidencia del partido, el PP ha ocupado territorios más templados, centrados y sosegados. Se ha quitado de encima crispación y recuperado templanza. Casi 50.000 votos ha conquistado en seis meses. Y no ha sido a costa de Ciudadanos, que calca en votos y escaños los resultados de hace seis meses. En la izquierda, el PSOE, con su alianza con NC, pierde un escaño, en una coalición un tanto extraña para las dos formaciones, que no ha convencido al electorado. Un experimento fallido que no por repetirlo ha funcionado. Era una alianza un tanto forzada y contra natura.

En las elecciones generales más complicadas para CC los nacionalistas retienen un escaño, muy influyente en el Congreso, pero serían ciegos si no paran la sangría continuada, elección tras elección, en votos. Asustados como estaban ante un monumental fracaso electoral que les dejara fuera de la Cámara Alta por primera vez en su historia CC -inmersa en un proceso de transformación interna- se encuentra ahora con una magnífica oportunidad para explotar el único recurso disponible -la diputada Ana Oramas- en una sobresaliente rentabilidad para los intereses de Canarias. Con tan pocos recursos pueden sacar un rédito sobresaliente para la estabilidad del nuevo Gobierno.

Gobierne quien gobierne en España muchas decisiones de calado siguen dependiendo de un consenso entre el PP y el PSOE. La cerrazón de negarse a hablar de antemano, de anatemizar al contrario porque piensa diferente, carece de sentido. Estamos ante un país y una sociedad internacional con problemas complejos, que requieren compromiso y soluciones difíciles. Por la vía de seguir absolutizando medias verdades, de enfatizar falsedades o inexactitudes y de demonizar a los rivales, de dividir en buenos y malos la nación, no progresaremos. El PP gana en el país y el PSOE, en la izquierda. Las elecciones dirimieron dos resultados. Culminado este largo juego de urnas, ya no hay excusa para empezar a trabajar de una vez en beneficio del interés general.