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Papel vegetal

Los referendos los carga el diablo

Ahora muchos que se quedaron en casa el día del referéndum en torno al brexit lamentan no haber ido a las urnas mientras que otros tal vez estén ahora arrepentidos de su voto. En torno a los tres millones de firmas lleva recogidos la campaña a favor no sólo de una nueva consulta sino que éste esté además vinculada a requisitos que no se cumplieron la primera vez: un 75 por ciento de participación y un 60 por ciento de los votos como mínimo para modificar el statu quo. Y es que los referendos los carga el diablo: en el caso del celebrado en Inglaterra, los demagogos de uno y otro lado y una prensa en parte irresponsable que, en lugar de utilizar argumentos racionales, se dedicó a jugar con las emociones y los más bajos instintos de la gente. Así, el abandono de la Unión Europea lo presentaron ciertos tabloides, que no dejan de recordar con cualquier pretexto la victoria del Reino Unido sobre el nazismo, como una especie de liberación de una nueva tiranía continental similar a la de Hitler.

El voto a favor del brexit fue especialmente alto en las zonas rurales o más deprimidas del país y entre las clases trabajadoras o con menos formación, es decir las más desfavorecidas, y no precisamente por culpa de Bruselas, siempre más fáciles de manipular con ese tipo de argumentos.

En las regiones más prósperas como Londres, con su pujante sector financiero, y en regiones como Escocia o Irlanda del Norte, mucho menos euroescépticas que el resto, una clara mayoría votó por la permanencia en la UE. Y lo que es aún más significativo, esa mayoría fue especialmente elevada entre los más jóvenes, que han visto con amargura, cuando no desesperación, que la generación de los mayores, nostálgica de un imperio que ya nunca volverá, les arrebataba de pronto el futuro. Ahora, tras la devaluación de la libra, la rebaja del "rating" del país por parte de las agencias de calificación tan caras al mundo anglosajón y la amenaza de salida del país de numerosas empresas, muchos parecen por fin tomar conciencia de lo que el Brexit significa en términos de incertidumbre económica y de repercusión social.

Tal vez algunas de las lecciones de lo ocurrido en Gran Bretaña puedan aplicarse también a España, y en concreto a su difícil relación con Cataluña, en la que también predominan por ambas partes los prejuicios y las emociones sobre los cálculos racionales. Si un día se celebrara en esa región una consulta, a la que creo que no habría que temer si se diesen las suficientes garantías y la prensa hiciese bien su trabajo, las condiciones deberían estar perfectamente claras como las que ahora demandan los que piden la repetición del referéndum británico. No puede ser que un puñado de votos dé al traste con siglos de historia común y de convivencia entre españoles. Porque efectivamente los referendos los carga casi siempre el diablo.

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