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Papel vegetal

La derecha se rearma ante las voces críticas

Al primer ministro húngaro, Viktor Orban, no parecen sentarle bien las críticas y lo deja ver, entre otras cosas, recortando el presupuesto de una gran orquesta como es la del Festival de Budapest.

En mitad de la temporada se anunció que se reduciría en un 23 por ciento aproximadamente el presupuesto de esa orquesta, algo que en principio no debería sorprender demasiado porque la cultura no parece ser prioridad en ningún sitio de los políticos y menos, en esta época de forzada austeridad.

Sin embargo, lo que hace sospechoso en principio el recorte es el hecho de que se trate de una orquesta que dirige Ivan Fischer, que es, además de un prestigioso director, alguien que no ha dudado en criticar en público el rumbo populista y xenófobo del Gobierno de Orban.

No parecen haber gustado tampoco mucho al jefe de Gobierno la serie de conciertos de Fischer y su orquesta en sinagogas del país centroeuropeo en recuerdo de los alrededor de 600.000 judíos, entre ellos los abuelos del músico, deportados a los campos de la muerte de los nacionalsocialistas.

Ivan Fischer está tan disgustado con el ambiente que se respira en la Hungría de Orban que ha enviado a su familia a vivir a Berlín, como él mismo contó al diario suizo Neue Zürcher Zeitung.

No es, sin embargo, el único caso, sino que muchos artistas críticos con el recorte de las libertades por parte del actual Gobierno no han visto renovados sus contratos o han sido suspendidos de sus puestos como le ocurrió por ejemplo a Robert Alföldi, ex director del Teatro Nacional húngaro.

Pero Hungría no es tampoco una excepción, sino que en otros países excomunistas como Polonia o Croacia, se maltrata a los artistas críticos mientras se favorece a quienes sintonizan con los presupuestos nacionalistas de sus gobiernos.

Lo vemos también en lugares más próximos a nosotros como Alemania, donde se asiste a una "repolitización" de la cultura, que esta vez no procede de la izquierda, sino de la derecha más reaccionaria.

Esto es especialmente visible en el caso del nuevo partido Alternativa para Alemania, que reivindica un retorno a la gran cultura de la nación -ya se sabe: "Alemania, país de poetas y pensadores"- frente a la crítica disolvente, el cosmopolitismo y la mano tendida a quienes huyen de la miseria o de las guerras.

Cuando los políticos derechistas o los ideólogos a su servicio atacan a los creadores por defender una cultura que ellos descalifican como "apátrida", están defendiendo una fusión entre política y cultura identitaria, que apela a unos valores eternos y anatemiza y excluye todo lo demás.

Esos partidos no han olvidado la distinción entre "amigo y enemigo", tan cara al jurista e ideólogo conservador Carl Schmitt, hoy otra vez tan de moda, sino que tratan de recuperarla y llevarla diariamente a la práctica.

Como declaró al diario Frankfurter Allgemeine Zeitung Marc Jongen, discípulo del filósofo conservador Peter Sloterdijk, profesor él mismo en Karlsruhe e ideólogo de la derecha alemana, Alemania ha perdido vigor y no está ya inmunizada frente a otras culturas e ideologías, sobre todo la musulmana.

Se trata pues de recuperar ese vigor, olvidarse de la mala conciencia que tiene muchas veces la izquierda por el pasado colonial y explotador europeo, para lo cual todos los medios son buenos, incluidas la demagogia y la mentira.

Lo mismo ocurre en Francia, donde los intelectuales de izquierdas como Pierre Bourdieu o Jacques Derrida han dejado paso a los que algunos llaman "nuevos reaccionarios" como Alain Finkielkraut, Eric Zemmour o Pascal Bruckner, sin olvidar a su ya fallecido precursor, Jean-François Revel.

Exizquierdistas en su mayoría, mimados por los medios, en especial la televisión, todos defienden frente al mestizaje cultural los valores que atribuyen a la Francia eterna y que ven continuamente amenazados por la inmigración, sobre todo si es de origen musulmán.

Para quien se interese por la colusión, en el caso francés, entre esos intelectuales y los poderes mediáticos, políticos e intelectuales, baste recomendar el libro de Serge Halimi Les nouveaux chiens de garde.

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