La literatura de análisis desatada tras la vista de los resultados del 26-J plantea una nueva ocasión para opinar sobre los insistentes y masivos emplazamientos que desde la prensa instan al PSOE a asumir un ejercicio sumo de "responsabilidad". Bajo este subterfugio, apenas encubierto o disimulado, subyace un mandato al PSOE para que de un modo u otro -por "activa" o "por pasiva", votando sí o absteniéndose- permita gobernar a Rajoy como candidato del PP, el "partido más votado".

Suscribo a este respecto las reflexiones lúcidas y aceradas que sobre este asunto -como en otras ocasiones y sobre otras materias- derrocha mi compañero y amigo de tantos años José Andrés Torres Mora en los artículos publicados en el diario El País ("No pongas tus manos sobre el PSOE" con Máximo Díaz Cano, el pasado 29 de enero) e Infolibre ("Lo que no va a pasar", el pasado 11 de junio): el respeto a la "responsabilidad", a la "misión histórica" y al "destino manifiesto" del PSOE dura solo el tiempo necesario, pero ni un minuto más, lo que las tribunas conservadoras requieren para prolongar el Gobierno de derechas al que siempre han apoyado. Indiferentes -como una parte sustantiva del electorado del PP- a la corrupción pandémica, y al uso de la mentira y de la explotación al miedo como herramienta política, o a los estragos causados contra los más vulnerables por sus políticas marcadas por un sesgo antisocial y desigualitario.

Especialmente llamativa resulta la lucubración de un "margen de maniobra" para una "abstención táctica" de un diputado canario por la provincia de Las Palmas, electo en una lista conjunta de su alianza electoral con el PSOE, Pedro Quevedo.

Creo descabellada la hipótesis de una abstención de este diputado inscrito dentro del Grupo Mixto, como si su no adscripción al propio Grupo Socialista lo eximiese de cumplir el compromiso explícito adquirido en contra de Rajoy, reiteradamente en el propio curso de la campaña 26-J.

"No a Rajoy, sí a Pedro Sánchez. No al PP, sí al cambio", según la propuesta articulada en el programa y en la candidatura del PSOE para el Gobierno de España y la reorientación estratégica de la respuesta europea, que es de lo que se trataba.

Puestos a demandar alguna responsabilidad, harían bien tantas tribunas en demandarlas y esperarlas del PP. Principalmente aquellas tribunas y cabeceras más conservadoras que tanto aman y veneran al PP y al que sirven con infatigable entusiasmo. Precisamente por ser la primera fuerza, aunque todavía, tras el 26-J, manifiestamente insuficiente para impulsar con sus escaños y solamente con ellos ninguna acción de Gobierno. Precisamente porque las votaciones del 20-D de 2015 y 26-J de 2016 ponen de manifiesto una apuesta muy mayoritaria de rechazo a las políticas de ajuste de cuentas despiadadas contra el Estado social, recortes sin equidad y empobrecimiento de clases medias y depauperación y precarización de un trabajo desprovisto de dignidad y derechos. Precisamente por ello, es al PP a quien corresponde asumir el primer gesto de sacrificio requerible en aras de su responsabilidad ante la conformación de un Gobierno para España.

¿Puede Rajoy "luchar contra la corrupción"? ¿Resulta "creíble" para negociar y obtener un cambio de orientación en el timón europeo y en el 'tempo' de la corrección de las desviaciones de las macromagnitudes? ¿Y para impulsar la reforma de la Constitución que aborda la impostergable "cuestión territorial" en España, y modernice y oxigene y relance la democracia, y la credibilidad en las instituciones, y sane las heridas causadas por el deterioro y descrédito del que ahora provenimos?

¿Puede Rajoy, o puede incluso el Gobierno del PP que hemos conocido hasta ahora, reparar creíblemente el daño causado a tantos, en tantas direcciones distintas, en modo tan doloroso?

Si la respuesta es no, tal y como yo creo, correspondería al PP -precisamente por ser, nos guste o no, que no me gusta, la "primera fuerza en votos"- hacer los primeros esfuerzos y los mayores ejercicios de "responsabilidad" para cumplir con el designio de darle un Gobierno a España.