En la octava de la jornada electoral si algo ha quedado claro es el triunfo virtual de Podemos aunque los aludidos sean los primeros en considerar lo contrario. El sorpasso se convirtió en tortasso, cierto, pero el tsunami de odio desatado desde las trincheras podemitas es sencillamente colosal. Quieren quitar el voto a los jubilados, insultan a los viejos, denuncian pucherazos fantasmales, agravian a la gente menos instruida sin ver que ellos, pijos progres paradigmáticos, son la encarnación del analfabetismo y en general lanzan todo tipo de invectivas contra los ciudadanos de derechas.
Como explicó André Glucksmann, el odio mueve el mundo. Hay aún otra teoría, de Jean-François Revel, que apunta a la mentira como gran motor. También vale para los de morado.
La fuerza cainita, sectaria y tribal de Podemos es formidable y contra eso apenas nada se puede hacer si, además, cuentan con el apoyo incondicional del duopolio de televisión, que es quien manda en España. Y detrás, los Bilderberg o similares. Tenía dudas. Ya no. Van a por todas y lo van a conseguir muy pronto porque el ciclo parlamentario que ahora empieza no irá más allá de dos años. Solo una radical reacción de los amenazados podría pararlos. Atención, como dijo Glucksmann "la facultad apocalíptica de pitar el final del partido, antes patrimonio de los dioses y, después, monopolizada por las superpotencias, se ha puesto al alcance del gran público".
