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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Una hostia bíblica

Pablo Iglesias, en plan futurista, ha dicho que lo mismo Podemos se pega "una hostia bíblica", valoración muy guay de su deslocalización. Pero el paradigma de lo más grande y dantesco que pueda pasar en política, aparte de un Hitler, lo ha soltado en Londres Nick Farage, el loco que ha llevado a Gran Bretaña al desfiladero de los asuntos que suelen no tener retorno. El líder del ultraderechismo que pretende pasar por inofensivo se despide de la política profesional y argumenta que ha conseguido el orgasmo de su vida: llevar a sus súbditos al brexit. En los fascismos de corte tradicional el duce, el führer o el caudillo muere ajusticiado en la horca por la rebelión, se suicida en el búnker o cae fulminado por una agonía atravesada por sondas clínicas que lo convierten en un muñeco de trapo, pero nunca suele retirarse a la manera de Farage, con la obra incompleta, con un cirio montado de mil pares de golondrinos y sin ningún tribunal que le pueda pedir cuentas por sus embustes y por sus campañas xenófobas. Esto es el populismo 2.0, un cerebro enfermo que se adueña de un país, que deshidrata la estructura económica, que lo pone en situación de hecatombe, y que ahora saca el cortaúñas y la lima para irse al balneario a la vez que anuncia que él, en lo que se refiere a su basura, ha cumplido la misión especial, la más repelente. ¡Hay que joderse! Europa no va a tener más remedio que blindar su Bruselas del alma de estos especímenes. La democracia tiene que ponerse a prueba frente a la libertad todos los días, pero no está obligada a aceptar a individuos que se aprovechan de los derechos constitucionales para levantar el odio contra los inmigrantes. Farage ha dejado a Inglaterra acunada sobre una hostia bíblica y descomunal. Y ello da que pensar: primero, que semejante fuga posibilite una reflexión entre los que votaron al brexit; segundo, que la inconsistencia de sus propulsores lleve a la UE a tender la mano antes que a sacudir la vara de la intransigencia, y tercero, que hay bromas que terminan siendo reales.

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