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Rubén Reja

En voz alta

Rubén Reja

Las 80 primaveras de Saavedra

Canarias presume de clima, de playas, de gastronomía, de sus gentes. El conocido como continente en miniatura goza de divertidos festejos y disfruta con sus habilidosos futbolistas. El Archipiélago cuenta, además, con una hornada de ave-zados artistas o diseñadores más que reseñable. Pero aquí también se puede presumir, no en exceso, de políticos. Este es el caso de un tipo único. Alguien que siempre ha mirado por los intereses de Canarias y que es uno de sus más insignes embajadores. Con 80 primaveras a las espaldas, Jerónimo Saavedra, socialista hasta la médula, aboga por respaldar al Partido Popular para garantizar la gobernabilidad y el futuro de un país descabezado. Esta acertadísima opinión habrá removido los pilares de Ferraz y soliviantado a más de un militante. Saavedra es muy consciente de que una tercera vuelta electoral sería una aberración democrática. Jerónimo insta a los suyos para que impere la cordura y no se corta ni un pelo al gritar a los cuatro vientos que los actuales dirigentes no dan la talla, en su mayoría, y los acusa de carecer de actitud hacia lo que significa democracia. El octogenario, al que a buen seguro le chirría este término, tiene un carácter dialogante y una serenidad infinita. El volver a intentarlo ha sido siempre la premisa de un político que se despedirá de la primera fila el próximo mes de diciembre. El que ha sido presidente del Gobierno de Canarias, ministro, parlamentario, senador, alcalde y ahora diputado del Común dará un paso al lado para dedicarse en cuerpo y alma a sus primeras pasiones: la cultura y la familia. Hablar de Jerónimo Saavedra es hacerlo de señorío y nobleza. De candidez y humildad. De reflexión, intelecto, generosidad y alegría. Encarnaría a todas luces el vivo personaje de Tamino, tenor principal de la ópera La Flauta Mágica. Ese noble intelectual de alta cuna cuya espiritualidad y valor lo llevan a la puerta de la iluminación con las notas de Mozart. Momo es, en definitiva, una persona que el día que no esté entre nosotros se le echará en falta. En ese instante, que ojalá tarde mucho en llegar, también desaparecerá un pedacito de Canarias.

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