En un pis pas Obama, que para algo fue premio Nobel de la Paz ¡a priori!, decidirá quién va a ser presidente del Gobierno de España para los próximos... bueno, hasta el verano que viene, que no creo que haya gas para más. Los mandarines urbi et orbi acaban de ganar una durísima batalla. El FBI ha desistido de empitonar a Hillary Clinton, de manera que será, sin mayores tropiezos, la próxima presidenta de EE UU. Despejada la gran incógnita, nada como un paseo por Sevilla que es una maravilla para susurrarle a Rajoy -estafermo y giraldillo- lo que debe hacer y deshacer. Al imperio le importan un pito las cuitas del registrador o los barruntos del ala-pívot socialista -y qué decir del intrépido catalán o del fanfarrón neovenezolano- porque todos son de casa y obedecen. Y desde el otro lado del Atlántico apenas distinguen. Lo único que cuenta es medir la capacidad de cada cual para pastorear al común. O no. España se descolgó de EE UU en aquella terrible primavera de 2004 y fue entregada al vasallaje del eje franco-alemán, que, ay, a estas alturas amenaza mil ruinas. Cómo será el panorama que se habla abiertamente de una hecatombe en el Deutsche Bank. Por cierto, los estrategas del Santander que planeaban largarse a Londres con el santo y la limosna han demostrado su envidiable vista de lince. Barack Hussein Obama, pato cojo en los minutos de la basura, ¿viene a echarle un ojo a la Torre del Oro? Sospecho que le interesa y mucho Sevilla, viejo puerto de las Américas y endémica puerta giratoria de África. Y no digo más.
