Era delgadita, menuda, rubia y ojos claros. Parecía "guiri". Vivía en Valsequillo y hablaba "como la gente del campo", decía, como si eso fuera desmerecer. Nos conocimos a finales de los noventa. Un día, en plena revuelta sanitaria por las carencias de siempre, paró su taxi en la puerta del periódico. Alguien le había apuntado mis datos en un papelito. Lo guardaba apretujado en la mano. Por esos años hablar de cáncer de mama era hablar de un miedo justificado. Ella lo tenía y no era más valiente que nadie. Estaba asustada. "Tengo un cáncer de mama, me tienen en lista de espera y estoy asustada. Dicen que por lo menos seis meses debo esperar y no estoy dispuesta. Trabajo y tendré que parar el taxi porque de esto vivimos". Al día siguiente la señora ocupaba la primera página del periódico reivindicando entrar al quirófano. Era valiente. Por entonces no estaban los enfermos por plantar cara a los médicos que, decía Lucía, así se llamaba, "no saben lo que para una mujer supone que le toquen las tetas". A la semana de hacer público su caso ya estaba operada. Solo nos pidió que el periódico contara cómo evolucionaba su recuperación. Era lista. Sabía que respaldada por la prensa todo sería más fácil. Y lo fue para ella y para otras que siguieron el mismo camino.

Hacía pocos meses que había nacido en Las Palmas de Gran Canaria una Asociación de Enfermos en Lista de Espera que pusimos en marcha unos cuantos, entre ellos un médico generalista del SCS, Mariano García Alvarado; se ejerció tal presión mediática que Sanidad comenzó a darle prioridad a los enfermos que pertenecían a la asociación sabedores que de lo contrario el lío mediático estaba asegurado. A los pocos meses de conocer a Lucía conocí a Esther, una mujer a la que en un hospital público le operaron el ojo sano. Lo denunció en la prensa antes de salir pitando para el juzgado donde ganó y la indemnizaron; más tarde entró en escena Juana María, una abuela de La Isleta a la que le operaron el pecho equivocado. Rebuscando en la hemeroteca he dado con algunas de aquellas informaciones. Las tres mujeres apoyadas por la asociación hicieron gala de coraje y se armaron de razón. Los hombres enfermos nunca dieron la cara; delegaban en sus mujeres. Les daba vergüenza.

Para valientes ellas.