Juan Bosch Hernández, doctor en medicina y otros muchos saberes, ha cumplido 90 años este 7 de julio. Juanchu, como le llamamos en nuestra familia, fue con Carlos Bosch Millares de su misma edad y ya desaparecido, los dos hermanos mayores que nunca tuve. Juanchu nace en Las Palmas de Gran Canaria el 7 de julio de 1926, en la calle Cano esquina Torres y desde niño jugábamos durante el curso escolar a lo largo del invierno. De estos recuerdos de niño, aparte de lo felices que fuimos, quiero recordar su personalidad: serio, poco hablador, imponía su autoridad sin pretenderlo, en todos nuestros juegos; magnifico estudiante, estudió los siete años del bachillerato en el Instituto de enseñanza media, junto con Carlos Bosch y Antonio González Quevedo, Tony, formando un trío inseparable.

Terminado el bachillerato, marcha a Madrid a estudiar Medicina, profesión que posteriormente constituiría una de sus pasiones; desde su juventud vivió el ambiente médico, creado por su padre, también doctor en Medicina, Juan Bosch Millares (en familia tío Bosch), que fue uno de los profesionales más destacados, querido y respetado en Las Palmas de Gran Canaria, durante los muchísimos años que ejerció, pero no voy a hablar de él, pues su curriculum es interminable.

Ya en Madrid, Juan Bosch Hernández vive durante todos sus estudios en el Colegio Mayor Ximénez de Cisneros, donde otros canarios y yo coincidimos con él. Estaba situado en la Ciudad Universitaria, entonces casi vacía de edificios, perteneciente a la Universidad de Madrid. Fue construido y pensado para estudiantes, por la distribución de sus pequeñas pero completas habitaciones individuales y su división por plantas.

Estudiante excepcional, como lo había sido en el bachillerato, lo mejoró, pues en todas sus asignaturas obtuvo sobresalientes y matrículas; estudiaba no sé cuántas horas diarias y no faltó nunca a sus clases en la facultad, situada entonces en Atocha. Sus escasas diversiones eran ir al cine el sábado o el domingo, jugar algo al tenis, ir a ver jugar al Unión Deportiva Las Palmas y oír música en conciertos o en el propio Colegio. Juanchu, sencillo, callado, nada presumido, procuraba pasar desapercibido, pero no lo consiguió pues llamaba la atención entre sus condiscípulos, profesores y amigos.

Conoció a María Cristina Esteva Arozena, su gran pasión, en nuestra isla, un verano, cuando aun no había terminado sus estudios. María Cristina, mujer dulce y tampoco muy habladora, guapa e inteligente, gemela de su hermana Margarita, se enamoró, como no podía ser menos, de Juanchu. Yo la conocía muy bien, de niños y de la misma edad jugábamos con otros niños en la Playa de Las Canteras y juntos con su hermana y con diez años ingresamos en el bachillerato en el colegio Viera y Clavijo.

Terminados sus estudios, Juan Bosch va al hospital de La Concepción en Madrid, con el prestigioso doctor Jiménez Díaz; allí está cuatro años y después marcha a Alemania, perfeccionando en ambas su especialidad de digestivo. Terminado este periodo y pese a la insistencia del Dr. Jiménez Díaz para que se quedara con él, pues le apreciaba y valoraba mucho, Juanchu regreso a Las Palmas de Gran Canaria. El Dr. Jiménez Díaz llegó hasta hablar con su padre Juan Bosch Millares, para que le convenciera de quedarse en Madrid, pero él vino para casarse con María Cristina -la boda fue el 18 de Mayo de 1960- y para trabajar en su tierra. Empezó con su padre en su despacho particular y en el Hospital San Maríin. Magnífica decisión pues los canarios tuvimos la suerte de tener a este profesional, número uno de su especialidad durante muchos años, teniendo la admiración y respeto de sus compañeros de profesión y de sus enfermos, como yo he podido comprobar a lo largo de los años. Juan Bosch fue profesor de la facultad de medicina de la ULPG, donde dejó su impronta. y jefe de la sección de digestivo del Hospital Insular.

De su matrimonio con María Cristina, tuvo cinco hijos, dos varones y tres hembras y formaron los siete una familia ejemplar: Buena, sana, inteligente, estudiosa; todos profesionales, matemático médico, profesoras y enfermera Este hombre serio, en las reuniones familiares, en los viajes que hacíamos -¡ay Corralejo, calles de arena y sin urbanizar!- con Juan Alonso y nuestras tres mujeres, hablaba por los codos, se reía, decía chistes, cantaba? y barría. Su gran hobby ha sido y es la música clásica, que siente y ama y tiene una de las mejores colecciones de discos que conozco.

Pero esta hermosa vida que habían construido María Cristina y él se trunco con la muerte de ella el 27 de enero de 1997. Desde entonces, mi primo cambió. Durante un largo tiempo, refugiándose en sus hijos y en la medicina, luchó con la depresión, ya superada, pues volvió a salir con Carlos Bosch, Paco Ponce y yo, además de con su familia. También le ha ayudado y mucho, su profunda y racional creencia en Dios.

Querido Juanchu, estamos al final de nuestra etapa en la Tierra, en el atardecer -yo diría en el anochecer- de nuestras vidas, como dijo el actor Anthony Quinn en una de sus películas. Vivámosla con alegría y esperanza y disfrutemos de lo hermosa que es y si es con vino tinto mejor. Sigamos reuniéndonos y hablando de lo que nos rodea, siendo, probablemente, un referente para nuestros hijos. Esa responsabilidad nos queda, ya que con nuestras largas vidas, algo hemos aprendido y algo podemos decir.

Felices y transcendentes noventa años. Un fuerte abrazo y hasta pronto, Antonio..