Desde hace medio siglo los millones de turistas que rumbian al sur de Gran Canaria han dejado en sus retinas una carretera que ninguna administración haya logrado ajardinar el tránsito. Ahora están eliminando un viaje de palmeras secas y enfermas, en un interminable bucle que no logra despegar. Si tuvieran que plantar lechugas jamás nos comeríamos una triste ensalada.