Como he decidido separarme temporalmente de la realidad, o como diría aquel amigo de Mafalda dibujado por Quino, "he decidido enfrentar la realidad, así que apenas se ponga linda me avisan", sigo enfrascado en la infancia y la adolescencia a través de los maristas coruñeses. Ya lo he contado: se trata de un grupo de guasap, cada día más numeroso, en el que estamos apuntados los de la promoción de 1975. Pero como lo uno lleva a lo otro, no me cansaré de escribirlo nunca, también se habla de profesores, de hermanos maristas y de seglares, que de todo hubo. Y de toda, variada y distinta condición. Algunos de mis compañeros mantienen contactos con ellos, incluso de amistad. Y en estas, se citó en el guasap a mi/nuestro profesor de francés de cuarto de bachillerato, Xosé Iglesias Salorio. Los años pesan pero acortan distancias, y aquel que parecía muy mayor, por su condición de profesor, se convierte en amigo. Suele ocurrir, y ha ocurrido, por lo que se ve, con Iglesias Salorio. Muchos lo quieren y frecuentan su trato. Lo recuerdo muy bien, pelo negro abundante y patillas en la longitud que permitía la época. Voz firme, tanto en francés como en español, con un deje galaico afable e inconfundible. El profesor Xosé era exigente, suspendió a algunos, a mí no, cumplía el programa oficial pero también se permitía ciertas licencias que me marcaron para siempre: traía periódicos franceses, Le Figaro y Le Monde en especial, para que leyéramos en francés. A los trece años uno no es consciente de casi nada, bastante tiene con aguantar las hormonas revolucionadas, pero gracias a aquel profesor de francés, yo me hice adicto a la prensa parisina para siempre, en especial a Le Monde. Lo compraba de vez en cuando en la librería Colón, en la calle Real. Después hasta estuve suscrito. Sus páginas de cultura, su suplemento Livres, eran excelentes. Aún le queda algo a pesar de la debacle de la prensa. Por eso quiero que este artículo se lea como un homenaje a los buenos profesores, tan denostados hoy en nuestro sistema educativo, a los que tuvimos los maristas coruñeses, también a pesar del gris reinante en la época. Xosé Iglesias Salorio fue uno de ellos, y, además, ahora es amigo de amigos y compañeros, con lo cual imagino que algún día podré darle un abrazo y falar de cousas, de los benditos periódicos franceses, da Nosa Terra? Hablar, pensar, querer, eso es lo importante.