La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entre líneas

El desafío

Avanzamos hacia la civilización de la red global. Si el siglo XIX fue el de los imperios verticales y el XX fue la centuria de las naciones horizontales interdependientes, el siglo XXI acoge un nuevo salto en las relaciones entre las personas, las ciudades donde habitan y las naciones, separadas por fronteras políticas. Este nuevo impulso está enmarcado por dos fuerzas que resultan imparables y que avanzan en paralelo: la conectividad y el desarrollo de las megaciudades. Si las relacionamos, estaremos ante un nuevo y más realista mapa del mundo, leído con un nuevo lenguaje: la conectiviografía.

Con estos argumentos, el Prof. Parag Khanna desarrolla en su último libro Connectography (Random House P.G., abril 2016) un imprescindible análisis para entender lo que está pasando en nuestro mundo, tesis que nos debería ayudar para entenderlo mejor y tomar las decisiones adecuadas, aquí en este diminuto pero estratégico archipiélago entre tres continentes.

El desarrollo económico y social de los pueblos no va a depender tanto del lugar geográfico que ocupen sino de la capacidad que tengan aquéllos de conectarse al resto del mundo en sus distintas manifestaciones: infraestructuras viarias, ferroviarias, aéreas y portuarias; redes de fibra, Internet y centros de datos; energía y electricidad, por señalar algunas. Esa geografía funcional versus la geografía política tradicional posibilita la movilidad de las personas, de los bienes y sobre todo del conocimiento, auténtico catalizador de la evolución de los pueblos en este siglo.

La conectividad viene acompañada del desarrollo y crecimiento de las ciudades. En 2030 tendremos en el mundo cincuenta megaciudades, entendidas como grandes corredores urbanos que concentrarán decenas de millones de personas, de distintas ciudades o países.

Esta es la realidad de la que formamos parte y es el terrero donde la sociedad canaria tiene que desplegar sus mañas, desarrollar sus fortalezas, sortear las difi- cultades y ganar el desafío. Tengo el ple-no convencimiento, que en ese mundo de megaciudades, las Islas Canarias jugarán un papel relevante en este lado del mundo.

Sin embargo, me entristece comprobar cómo seguimos llenando los titulares de los medios con discusiones intestinas, peleándonos por el reparto de un dinero sobre el que no somos capaces, siquiera, de ponernos de acuerdo en qué y cómo repartirlo, recurriendo a discursos localistas y alentando los sentimientos más primarios de supervivencia. Creo sinceramente que así fracasaremos, así no ganaremos el desafío.

Durante el mandato anterior, como Alcalde de la Ciudad de LPGC, intenté aportar mi granito de arena para abrir una brecha en la visión tradicional que teníamos del papel que debe desempeñar Canarias en el mundo. Un grupo de personas e instituciones pusimos en marcha una acción política clara y decidida para desarrollar las fortalezas y oportunidades de la ciudad y por extensión de la isla de Gran Canaria.

Desgraciadamente no ha tenido continuidad y a pesar del respaldo unánime que la sociedad civil dio a aquel proceso, los actuales dirigentes del Cabildo y del Ayuntamiento -y me remito a sus recientemente presentados balances de gestión- no le han dado ninguna importancia, no son conscientes de su potencial y por tanto no creen que, impulsando esta política, propiciarían el desarrollo económico y social que necesitamos.

No me resisto a arrojar la toalla. Creo que estamos a tiempo de reorientar nuestro camino. Si las administraciones locales no están a la altura, le pido al Gobierno de Canarias y a su Presidente que lidere este proceso y que desarrolle, de verdad, auténticas políticas que nos coloquen en la ruta correcta. Que invierta los famosos cuartos, perras o euros del IGTE en sentar las bases de acciones concretas en formación, conectividad, digitalización e internacionalización. Es la mejor y más rentable apuesta para nuestros jóvenes. No obstante, si ese impulso público no tiene lugar, confío mucho en nuestra sociedad civil. Es más rica, variada y fuerte de lo que creemos y, afortunadamente, no depende solo de las instituciones públicas para avanzar y crecer. La iniciativa privada, los emprendedores y el talento están ahí y no tengo ninguna duda de que, pese a los torpes o malintencionados obstáculos que algunos quieran poner en el camino, se abrirán paso y ganaremos, finalmente, el desafío.

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