Acabo de leer a un sesudo analista -los analistas rebosan de sesos- repetir por enésima ocasión que los terroristas no serán capaces de acabar con nuestro "estilo de vida", que Francia, pese a la masacre de Niza, seguirá siendo Francia, que la capacidad de los asesinatos para cambiar el rumbo de la historia es insignificante. Ya saben. Un sereno optimismo frente a una matanza feroz e indiscriminada de inocentes. Siento no compartirlo. Por supuesto que no se aniquila a millones de franceses con un camión. Es obvio que la república no se ha hundido por los atentados de los últimos años. Pero es una tontería aseverar que los terroristas no pueden hacer nada. Los terroristas yihadistas pueden contribuir decididamente a que el próximo año Marine Le Pen alcance la Presidencia de la República. Los terroristas yihadistas han conseguido ya que el estado de excepción sea renovado por otros tres meses. La eficacia de una acción terrorista -y la estrategia terrorista en general- no es la eficiencia militar, la productividad estadística de la máquina de matar, sino la eficiencia informativa. Que todo el mundo, en todos los rincones de Francia y del planeta, sepa lo que ha ocurrido en Niza. Que se puede matar a un centenar de personas con un camión. Que ya ha ocurrido y que por tanto puede ocurrir de nuevo en cualquier momento.

El primer objetivo del terrorismo, y se nos suele olvidar, es, tautológicamente, causar dolor, causar pavor, causar un miedo que, con la colaboración de los medios de comunicación, se extienda como un reguero de pólvora ardiente. Pero el segundo es promover la desconfianza, una desconfianza entre despectiva y angustiada. La desconfianza respecto a sus creencias cotidianas y a los valores que usted creía firmes como una roca, la desconfianza ante los vecinos del barrio. Y la desconfianza, por supuesto, se amplía a cualquier figura de autoridad, a cualquier orden jerárquico, al mismísimo Estado. Usted, sí, usted, el Estado, que me cuesta un potosí y me engaña miserablemente y es manoseado sin escrúpulos por cada gobierno, que se lo pasaría con gusto por la entrepierna, usted, Estado, no sabe protegerme la espina dorsal de la amenaza de unos cabronazos. Por eso creo que sí, que el terrorismo yihadista tiene cierto impacto en la vida cotidiana, una influencia política muy apreciable, una auténtica amenaza para la cohesión social alrededor de unos valores de libertad, igualdad de oportunidades y laicismo. Lo estoy oyendo ahora mismo, dos bandos banales y cretinos: los que estarían dispuestos a utilizar armamento nuclear para borrar del mapa el oriente medio y los que creen que si no se acosa y se aplasta militarmente al ISIS, si se envuelven las bombas en celofán rosa, se llegaría a una solución de leche y miel porque aquí, pibes y pibas, aquí la responsabilidad de la muerte y el pánico no la tienen los asesinos, sino el capitalismo, las democracias saduceas, los gobiernos tragones, las agencias de inteligencia, nosotros mismos. Te estoy matando bajo las ruedas de un camión, muchacho, pero solo tú y Hollande, Hollande y tú.