El tigre celta, como se conoce a la Irlanda del largo y cuasi milagroso período de crecimiento que está comprendido entre los años 1995 a 2008, acabó en rescate porque ya en la Biblia está escrita la historia de las vacas gordas y las flacas.
El Gobierno reaccionó, qué remedio, en el buen sentido, liquidó todo lo liquidable que no era poco y atención, amigos, muchísima atención a lo que voy a decir, se acaba de publicar que el año pasado el PIB de la República de Irlanda aumentó ¡un 26,3 por ciento! Repito para dejar claro que no se trata de una errata: ¡un 26,3 por ciento!
No sobra recordar que España, que está a la cabeza de la OCDE, creció un 3,2 por ciento y con razón estamos encantadísimos. Descontando atípicos, como el desembarco supernumerario de multinacionales, el crecimiento celta queda en un superlativo 18 por ciento.
¿Qué distingue a la economía irlandesa? Hace ya unos cuantos años por trabajo fui unos días a Irlanda. Logré hablar con un montón de gente, variada y significativa por no decir importante. Con todo, lo más relevante fue toparme en los servicios del restaurante del hotel de Dublín donde me alojaba una batería de monitores que daban en tiempo real los datos de la Bolsa.
La economía hervía, nadie se quería perder la fiebre del oro. La política liberal del Gobierno había producido el milagro. Pues ahora, lo mismo. ¿Qué sería de España si en vez del lastimoso PPSOE intervencionista y los monopolios tuviésemos líderes liberales? Ay, si en la dirigencia hubiese tigres en vez de pitas.
