Muy pocos saben que de niño, mi familia (con tradición comercial y política por la rama paterna) se trasladó al barrio bullicioso y porteño de La Isleta en Las Palmas de Gran Canaria, donde mis padres instalaron un comercio. Para mí, con cuatro años y acostumbrado a los helechos, los barrancos, la soledad y el fresquito de mi barrio natal terorense del Palmar de Teror, fue como si me llevasen a otro planeta, con sus cosas bonitas y otras que me atemorizaban.

Me gustaba ver tanto niño por las calles, el juego, la cercanía y lo mucho que hablaban los isleteros. Yo los escuchaba con curiosidad pero recuerdo que me asombraba el que no pararan de hablar y reírse. Se sentaban las madres con los niños recién nacidos en las puertas de las casas -¡que de niños nacían por entonces!- y cuatro mujeres bastaban para hacer la fiesta del Pino. Yo, que he sido un azorado toda la vida, gustaba de lo extraño y me asustaba de lo que no podía controlar. Por lo que, bastaba con una gota en el vaso para que el mimoso de José Luis añorara la casa de su abuela en los verdes campos de Teror. Esa gota fue una cucaracha (que recuerdo gigantesca) que apareció una noche paseándose sobre mi cama. Al día siguiente, el actual cronista de la Villa Mariana, dejó atrás la calle Tecén y retornó al Palmar. Pero seguí soñando -aún me vienen retazos bellos y sentidos- con los niños en las calles, con el sol, con las conversadas isleteras y con lo divertida que era toda la gente que habitaba aquel trozo de Las Palmas de Gran Canaria, pero que vivía como voluntariamente en un mundillo diferente al resto de la ciudad.

Y en ese mundillo reinaba -como en el Palmar la Virgen de las Nieves- Nª Sª del Carmen , a la que mi madre cogió tal devoción que mi hermana, nacida después de volver toda la familia a las tierras de Teror, fue cristianada con la advocación isletera. Quien niegue el fervor, la fuerza de aquella imagen, la bravura con que la adoraban, el esfuerzo y gasto que ponían en hacerla la Virgen más bonita de Gran Canaria todas aquellas personas trabajadoras... es que no conoce La Isleta.

Y todo comenzó con la decisión del cántabro obispo don Adolfo Pérez Muñoz (1909-1913) de fundar una Capilla-Colegio "para instruir y educar a los hijos de los innumerables obreros que viven por aquellas inmediaciones" y al frente del cual se puso a Las Hijas de la Caridad. En 1913, amarrada a una tartana, la imagen del siglo XIX hizo el largo viaje desde el Hospital de San Martín -también a cargo de la misma orden- hasta La Isleta. Y desde el abandono en que se la tenía pasó a la devoción más fervorosa con que los isleteros la engalanaron desde aquel mismo año. Un cronista de 1913 afirmaba que en "la fiesta en la ermita de La Isleta reina grande entusiasmo... para celebrar con la mayor solemnidad la fiesta de la Virgen del Carmen, ya que ciertamente es grande la devoción que a la Virgen profesan ya muchísimas familias de aquellos contornos y muy notable el cambio que ya en plazo tan corto se observa especialmente entre los numerosos niños y niñas que se educan en dicha capilla..." ¡El mismo año de su llegada!

A su fuerte implantación ayudó la firma de la Real Orden por la cual se había proclamado a la Santísima Virgen del Carmen como Patrona de la Marina de Guerra el 19 de abril de 1901, cuando la Reina Regente, María Cristina de Habsburgo, y el Ministro de Marina Cristóbal Colón de la Cerda, Duque de Veragua, lo refrendaron.

A pesar de que las gentes de mar tenían -aquí y en todas partes- distintos patronazgos de protección, el Carmelo fue poco a poco superándolos e implantándose con una fuerza arrolladora. En Gran Canaria, Nuestra Señora del Rosario y San Pedro González Telmo -San Telmo- formaron parte de ese olvido.

Y aunque años más tarde los franciscanos llevaron otra imagen del Carmelo hasta aquellas tierras y en Vegueta se continuó con procesión y fiesta a la imagen que -de mano de Luján Pérez- se ubicaba en el templo de San Agustín; el Carmen de la Isleta fue, poco a poco, apagando el brillo de las otras, aunque fuesen anteriores en el tiempo. Aparecen así, a lo largo de todo el siglo XIX innumerables reseñas que lo declaran y certifican: "el día de hoy, 3 de julio de 1919... una comisión nombrada por el párroco y compuesta de los señores Francisco Medina Vizcaíno, Blas Domínguez, Juan Rosales, Manuel Trujillo, José Fontes y Manual Carrasco, hace activas gestiones por dar gran esplendor religioso y profano a las fiestas ya tradicionales a la Virgen del Carmen en La Isleta". Las llamaban tradicionales tan sólo seis años después de llegar. El resultado de las gestiones fueron verbena, fuegos artificiales, música, asistencia masiva, función y procesión. En 1924 se añadía Triduo en su honor; al año siguiente, ventorrillos, enramada, música y paseo en la explanada de la ermita-escuela.

Además, he de decir que es hermoso que todos estos años y hasta que los avances en materia de infraestructura educativa lo hicieran posible, la devoción al Carmen en La Isleta estuvo fuertemente ligada a la educación de sus habitantes; algo que a mi entender la introdujo aún más en las raíces de los sentimientos isleteros y ayudó a la defensa que éstos han tenido que hacer de "su Virgen" y de sus señas frente a ataques que venían desde el propio ayuntamiento hasta del clero que veía, por ejemplo, diferente a la ubicada en San José.

Pero el pueblo siempre ha estado muy unido en esta tesitura de defender lo suyo y, superando problemas como la desaparición de sus joyas o la presencia indiscutible y vigorosa de la devoción a Nuestra Señora de la Luz -tan cercanas y muchas veces tan lejanas por dimes y diretes- la fiesta siguió y pervivió. De tal manera, que el esplendor, la participación popular, las alfombras, las procesiones -en plural-, el recorrido marinero, los brocados, el afecto y la presencia íntima y sensible de la Virgen del Carmen es tan profundo en el corazón de los habitantes de La Isleta, que tardaba ya lo que ha ocurrido en el último mes.

Personalidades de la Isla, de la ciudad, el párroco Agustín Sánchez, Juan José Laforet (cronista, amigo), David Suárez y Ángeles Batista (concejales de Unidos por Gran Canaria), y otros muchos, unidos a las más de 50 mil firmas que se recogieron, han terminado con su insistencia y tesón de conseguir lo que el pueblo ya pedía desde hace años y proclamaba como adquirido aunque no hubiesen papeles que lo refrendaran.

El pasado mes de junio la Junta de Portavoces elevó al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria el acuerdo de declarar las fiestas de Nuestra Señora del Carmen, que cada mes de julio se celebran en el barrio de La Isleta, como "Fiestas de la Ciudad". "Más que al carácter religioso, esta decisión atiende al sociológico y antropológico de las fiestas, así como al gran interés manifestado por los vecinos para que se aprobara esta declaración", argumentó el concejal de Participación Ciudadana, Barrios y distrito La Isleta-Puerto-Guanarteme, Sergio Millares. Tal como afirmara el párroco "la Virgen ya tiene un reconocimiento todos los años gracias a los miles de feligreses que se concentran en La Isleta desde todos los puntos de la orografía canaria, pero es de agradecer el reconocimiento..."

Voladores, campanas y júbilo general llenaron el barrio de La Isleta y yo, como isletero de corazón y vecino de sus bulliciosas calles en algunos meses de mi niñez, me uno a su alegría y la comparto en este primer año en que serán lo que han sido siempre aunque no estuviese en acta alguna: las fiestas de Nuestra Señora del Carmen de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.