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CRÍTICA 20o Festival de Teatro, Música y Danza Temudas

La 'Carmen' de los tres mil

Con el rol-fetiche que pasea por las principales casas de ópera del mundo, la mezzosoprano grancanaria Nancy Fabiola Herrera cantó victoriosa para los tres mil espectadores que llenaron el aforo de la terminal de contenedores del Puerto de La Luz. Junto a ella, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria con sus coros adulto e infantil y un estupendo grupo de solistas. El joven maestro andaluz Rodrigo Tomillo (espléndido, por cierto) dirigió una versión ajustada y vitalista de la Carmen de Bizet, generosa en su estructura rítmica, muy buena en la fusión con los coros y las voces, cuidadosa de las calidades sinfónicas y solísticas de la partitura.

No es fácil sonorizar la música para que llegue en buenas condiciones a una enorme platea al aire libre, pero el maestro de sonido, Antonio Miranda, completó un resultado muy digno con medios precarios. La cadena de difusores funcionó aceptablemente, mientras que algunas pantallas de TV permitieron ver hasta en las últimas filas el conjunto y los detalles de lo que acontecía en el lejanísimo escenario. Si interesa multiplicar estos conciertos masivos, que no caben en los aforos cerrados de la ciudad, habría que buscar un espacio de equidistancias e invertir en el dispositivo acústico que propicie la mayor fidelidad al sonido directo, como se hace en las capitales de gran tradición. Las audiencias que convocan estos eventos merecen el esfuerzo de la continuidad a lo largo del año, en condiciones óptimas para no confundir el crecimiento del gusto.

Fue magnífico contar para esta propuesta con una diva internacional. La selección de las páginas para la voz protagonista, incluida una inédita que nunca se canta, elevaba el tono y el músculo del concierto por el dominio musical y gestual de Nancy Fabiola, consumada intérprete en posesión de una voz bella y llena, idónea por su sensualidad y extensión para los solos del personaje. Muy bien entendidas por Maite Robaina y Raia Natcheva las cargas intencionales de Frasquita y Mercedes, brillante el Escamillo del barítono Enrique Sánchez Ramos. Extraordinarios, como acostumbran, los coros dirigidos por Luis García Santana y Marcela Garrón. Pero una Carmen sin tenor para el Don José ni soprano para Micaela se queda inevitablemente a medio camino porque la obra es una tragedia, no solo una sucesión de escenas alegres.

Pero las constantes ovaciones del público señalizan la existencia de una masa crítica social que se vuelca con la ópera. Y el llenazo de las tres mil sillas denota que no tuvieron acceso otros muchos otros espectadores potenciales. Datos a tener muy en cuenta si las instituciones (Cabildo Insular y Ayuntamiento capitalino en primer lugar) y los numerosos patrocinadores y colaboradores quieren normalizar y estabilizar la presencia del género, rompiendo para siempre el viejo tópico de su elitismo.

Un aplauso especial para el servicio de guaguas, muy ágil y puntual en el traslado de ciudadanos desde el exterior del Puerto a la terminal de contenedores Boluda -empresa muy generosa en estas experiencias- como también en una salida sin aglomeraciones.

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