La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

Descanse en paz

Querido amigo, el día que me muera voy a ser yo el primer sorprendido y, seguramente, el último en enterarse... Algo así fue lo que me dijo un tipo al que, por error, le habían dado por muerto.

Debe ser terrible leer tu propia esquela en el periódico, aunque es casi lo que me va a pasar a mí si, como de costumbre, ponen el título de este artículo debajo de mi foto. Es culpa mía y en caso que se dé la fatal coincidencia, te aseguro que será la última vez que lo haga...

Sentiría darle esa noticia a mis amigos pero, sobre todo, esa alegría a mis enemigos.

El otro día fui a visitar al pintor Augusto Vives y resulta que vive frente al Tanatorio de Miller bajo. El estudio es estupendo y muy luminoso aunque, cada vez que vaya a visitarlo voy a tener que decirle al taxista que me lleve al Tanatorio. No es que me importe mucho, pero tampoco me hace ninguna gracia, aunque siempre será mejor que vayas a que te lleven... Los chistosos le dicen ¿dónde vives Augusto Vives?, y él, que tiene buen sentido del humor, contesta: "En el Tanatorio".

De jovencitos en el colegio se nos ocurrió un día la idea de ponerle una esquela a un amigo. Era una broma macabra pero lo habíamos preparado bien y nos fuimos al encargado del Diario Las Palmas en Telde con el dinero que habíamos reunido entre todos pero, naturalmente, el encargado se negó a ponerla.

Una historia divertida fue la que me contó Pepe Ortega, el traumatólogo de Telde al que acudimos todos los amigos porque nos arregla el cuerpo como con mano de santo.

Me decía que, cuando estaba en el Hospital Insular, unos amigos de Telde se enteraron de alguien del grupo que estaba ingresado a la espera de una intervención.

Cuando se enteraron de que Pepe estaba de turno, se fueron al Insular para pedirle que agilizara la operación del compañero. Se presentaron directamente en la habitación pero, para sorpresa de todos, el sujeto ya no estaba.

Le preguntaron entonces al paciente que ocupaba la cama de al lado y este les comunicó que su vecino de habitación había fallecido.

Ya te puedes imaginar el follón que se armó, así que se volvieron todos a Telde a informar de aquella triste noticia.

Pero la cosa no acabo así, porque resulta que al amigo le habían dado de alta un par de días antes y el que se había muerto era otro paciente que había ocupado su cama...

La noticia corrió como la pólvora por Telde y, sobre todo, por los bares del pueblo, que eran los lugares habituales donde se reunía la tertulia.

De lo menos que les tildaron fue de borrachos y gamberros, mientras que el supuesto fallecido se ganó a pulso el apodo de El resucitado. Cosas de nuestro pueblo, Gregorio.

Un abrazo y hasta el martes que viene.

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