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Cine 'Viva'

Al filo de la vida

Prácticamente la única sorpresa digna de mención de la película de Paddy Breathnach, Viva, rodada íntegramente en La Habana y en el español de Cuba, es el país de origen de su producción: Irlanda. Esto no quiere decir que la historia de Jesús, un chico cubano de 18 años, que sobrevive peinando a señoras del vecindario y arreglando pelucas en un cabaret de travestis, mientras espera la oportunidad de su vida de subirse al escenario transformado en una glamourosa mujer, no tenga su atractivo (lo tiene, y mucho), pero lo que salta a un primer plano, y esto a pesar del esforzado trabajo de los actores, es su raíz melodramática, kitsch y chillona, y su actitud moderadamente crítica con el régimen cubano.

No hay nada en Viva que no se haya dicho ya, y mejor contado, en Fresa y chocolate de Tomás Gutiérrez Alea. El director irlandés (¡quién diría que es el mismo de comedias ácidas como El crimen desorganizado y Éxito por los pelos!) parece consciente de que está poniendo en pie un edificio cuyos cimientos son el más absoluto de los tópicos sobre el mundo homosexual, y por ello adopta una cierta mirada complaciente y constreñida que a ratos se diría el resultado de una plena conciencia sobre lo que está haciendo, o al revés, una especie de satisfecha y desprejuiciada inconsciencia, por no decir que Breathnach es de los que acaban echándose más cosas a la espalda de las que pueden llevar.

Decía el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante que "siempre hay un lapso entre la literatura [o el cine, que para el caso es lo mismo] y la vida y, por mucho que uno quiera cerrarlo, la vida termina por ganar, ya que ella es la mejor depositaria de las historias". En Viva, la mejor depositaria de la historia, además de su mejor cara, son los actores, desde el joven Héctor Medina, toda una promesa, hasta el camaleónico Luis Alberto García, pasando por el inconmensura-ble Jorge Perugorría, que en la película interpreta el papel del padre del chico, Ángel, un famoso ex boxeador cuyos mayores golpes los ha recibido fuera del cuadrilátero.

Sólo hay una manera de entrar en esta película, y es aceptar el cabreo humano y simpático de unos personajes sencillos, a pie de calle, al filo de la vida. Viva es una película sobre la supervivencia cotidiana, sobre los sueños y los amargos despertares, sobre la convivencia familiar y sus pequeños artificios y falsedades. Pero sobre todo es una película sobre la realidad vivida y la realidad soñada. Es indudable que Viva podía ofrecer mucho más, pero nos devuelve el cine a escala humana.

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