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La catedral de Tindaya

Stefan Zweig escribió después de visitar la catedral de Chartres, "los hombres no van a construir más catedrales". Una sensación de desamparo, decía, nos invade cuando retornamos al presente tras la visita a este monumento imperecedero. Y continuaba afirmando: tenemos planes inmediatos, padecemos pulsiones intensas y cotidianas pero nunca más una única obra sobrepasará la vida de una generación y muy raras serán las obras que apuren siquiera una existencia.

Nosotros, el que sigue hablando es Chillida , ya no somos capaces de expresar nuestra condición humana en la lentitud de las piedras, en la infinidad de los años: nuestros prodigios fruto de la labor manual o intelectual son más modestos, nuestros sueños carecen ya de la solidez de antaño. Y añadía: el alma se despide de visiones tan importantes como el Partenón o las Pirámides como de algo que le es extraño en grado sumo, y somos plenamente conscientes de que hemos perdido la capacidad para encarnar en una única obra y de forma tan grandiosa lo inmortal que nos ofrece el mundo, el espíritu de todo un pueblo, el genio de una época. Esto ya ha dejado de existir: "los hombres no van a construir más catedrales". Así llega Zweig a su conclusión.

Otros tiempos. Porque en nuestra vida postmoderna la ciencia ha sustituido a la religión y así en el pensamiento moderno la ciencia ocupa el lugar de la verdad absoluta. Por tanto lo que antes hacía posible la religión hoy lo hará posible la técnica. La buena fe, que persigue la tarea suprema de salvar al hombre, antes se encomendaba a la religión y ahora al aparato científico-tecnológico.

Un verso de Jorge Guillén "lo profundo es el aire", al parecer está en el principio de la obra de Tindaya. En el momento iniciático anterior al proceso creativo. Chillida leía y releía a Fray Luis de León: rompiendo el puro-aire. El aire como espacio. Y el aire y el espacio como vacío.

Chillida advierte que lo lleno tiene que ser pesado: "si está vacío es una mentira, pero si está lleno es capaz de enfrentarse al vacío". Hay un diálogo permanente entre lo lleno y lo vacío. A veces pensaba que entre la materia y el vacío había pocas diferencias. Quizá la diferencia no es de peso sino de velocidad. "La materia es el espacio lento, el espacio la materia rápida". Vemos a Chillida inmerso en la conciencia oscura procedente del conocimiento sensitivo y ajeno al orden lógico, aristotélico, de la experiencia intelectual.

En el Peine de Viento, Chillida hace jugar al acero con el agua: persigue sonidos. Según esto, en la Montaña se va a oír lo que tenemos dentro y muchas veces desconocemos.

Ahora me conviene salir de este laberinto. De este laberinto nos puede saca la tesis Tolstoi que afirma que el arte es un órgano vital de la humanidad que transporta al dominio del sentimiento las concepciones de la razón. El arte puede hacer que los mejores sentimientos se conviertan en comunes, en instintivos. Para el sentimiento o la sensibilidad los objetos son dados. Para el entendimiento y la razón los objetos son pensados. La palabra transmite entre hombres un pensamiento. Sólo el arte puede transmitir sentimientos o emociones. La idea de Chillida de excavar en la montaña es la búsqueda de la intimidad. No quería hacer agujeros en las piedras sino un gran espacio dentro de la montaña: un manifiesto contra la intolerancia y el racismo.

Tolstoi pensaba que un hombre cualquiera puede experimentar todos los sentimientos humanos aunque no sea capaz de expresarlos todos. Pero basta que otro hombre los exprese antes que él para que en seguida este hombre sea capaz de hacerlo.

Siguiendo con la tesis Tolstoi, la ciencia enseña al hombre los conocimientos que deben tener. El arte transporta esos conocimientos desde el dominio de la razón al dominio del sentimiento. Si la ciencia va por mal camino, el arte va por el mal camino.

La ciencia hoy, siempre según Tolstoi, está orientada a sostener una organización social envejecida que no tiene otra verdad absoluta que salvar el futuro del hombre. El destino positivo de la ciencia es introducir en la conciencia humana las verdades que antes provenían de la concepción religiosa de una época. El arte entonces, dependiente siempre de la ciencia llegara a ser lo que debe: un órgano semejante al de la ciencia de igual importancia para el progreso.

La Montaña de Tindaya es producción y es recreación. Los canteros y otros técnicos extraen piedra según sus conocimientos, su técnica y su ciencia. Pero al tiempo que extraen la piedra crean un espacio artístico. Chillida estudia convertir la ciencia del cantero en sentimiento común: lejos de alienarse en su trabajo, el cantero tiene y transmite un sentimiento común: la obra de arte.

En Tindaya aparece una obra sin material: un lugar donde la ciencia extrae piedra y el arte introduce el espacio y la luz. La idea principal es la creación de un espacio que es la representación de un universo en el que están presentes el sol y la luna y desde donde se vea el horizonte y el mar, que son lugares donde por recreación del espíritu se hacen iguales todos los hombres. El horizonte es inalcanzable pero necesario porque sin él no se podría vivir porque no se sabría a dónde llega el lugar donde vivimos. Gracias al horizonte llega el contacto con el mundo. El horizonte es la patria de todos los hombres.

Cuando Chillida quiso hacer a todos los hombres iguales a través de la Montaña pudo desear un impulso equitativo o simplemente considerar que todos hombres son el mismo hombre ante esa catedral que va activar la conciencia oscura en medio de la supremacía del sentimiento que tuvo el artista y acertó a transmitir.

Chillida tuvo una idea recurrente con la forma de indagar el hueco y el vacío. Al final imaginó el negativo: en una forma preexistente, arquetípica, sagrada, vaciando lo preexistente, se podría conseguir igual hueco, el vacío. "Tindaya es un inmenso vacío íntimo: quiero que parezca que las cosas vuelan". Vemos otra vez a la conciencia oscura desafiando al espacio y al tiempo o, lo que es lo mismo, al intelecto.

La montaña para Chillida es un legado a los hombres, a la capacidad de fascinación que cada uno lleva dentro. El espacio interior sería un homenaje al hombre, a lo que tenemos en común todos los hombres. El cubo de 50 metros, con dos salidas, al sol y a la luna y una tercera al mar y al horizonte es la gran catedral de Chillida. Vacía y hueca, tiene el tamaño del hombre: el del Panteón y el de Santa Sofía. Quizás el hombre que la habite sentirá lo que el hombre del Medievo en Santa Sofía. Plena fascinación.

Claro que hay podomorfos. Y también es cierto que Chillida contempló muchas montañas en todo el mundo antes de fascinarse ante la única que tenía los atributos necesarios: una montaña sagrada y única para contener en su interior la catedral.

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