La Provincia - Diario de Las Palmas

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Piedra lunar

Biosfera en barbecho

Barbecho es una palabra arraigada en la cultura campesina, y su uso es frecuente cuando se habla de geografía agraria. Consiste en alternar anualmente el cultivo de las tierras para no agotar su fertilidad y que los terruños se recuperen de un año para otro. Este término lo explica con su habitual erudición Pepe Roque, en la quincenal tertulia de Cairasco, mientras hace referencia a lo que significa la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria. No queremos mirar, ni siquiera valorar, el grado de eficacia de iguales distinciones que existen en La Palma, Anaga (Tenerife), Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera. Sólo vamos a echar un vistazo para nuestros adentros. Los tertulianos que nos acompañan, con su criterio afilado, han dejado pasar un año para poner sobre la mesa el tema de la RBGC, justamente desde que la Casa Palacio cabildicia fuera ocupada por las huestes del Sur con el apoyo de algunas fuerzas del Norte y otras capitalinas de nuevo cuño, es decir, como casi siempre ha sido: consejeros comarcales que creen conocer la isla al dedillo, o presidentes que, ocupados en recomponer sus partidos, apenas si fueron capaces de visitar un tercio de los 21 municipios isleños. Entonces, sin mayorías ni escalones, se fue creando el caldo de cultivo para reordenar el batiburrillo de la política insular y volver a fundar la isla con nuevos conceptos. Y Codina, nuestro entendido en temas patrimoniales y programáticos, hace un poco de historia al respecto. El 29 de junio de 2005, parte de la isla de Gran Canaria fue declarada por la Unesco como Reserva de la Biosfera. La diversidad de la flora y la fauna; la singularidad de las montañas y costas y las actividades seculares desarrolladas por nuestras gentes fueron méritos para lograr este reconocimiento internacional. Sin embargo, las actuaciones en su gestión han tenido sus altibajos, sin obviar el loable trabajo por parte de los técnicos del área. Si bien los dos primeros años (2005-2007) sólo sirvieron para poner en marcha la normativa reguladora y darle forma al organigrama, entre 2007-2011, cuatro años nada más y nada menos, todo quedó en una quietud de aguas calmas. Y en 2011-2015 empezó a caminar con la constitución de los tres órganos que la configuran: consejo rector, consejo científico y consejo social. Se consolidaron programas originales como eco-escuelas y eco-barrios, con una sensibilización por la calidad y tratando de implicar a la población rural en el espíritu ecológico que propugna. Sin embargo, de este último año no podemos escribir nada porque nada se ha hecho. No se han convocado los respectivos consejos directivos, y el esfuerzo realizado para poner en marcha el ilusionante programa de eco-barrios está en barbecho, es decir, esperando que los nuevos conceptos, tras las intensas reflexiones sobre filosofía medioambiental fructifiquen en la realidad.

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