El ministro de Exteriores en funciones García-Margallo se puso en plan veterano de guerra con Rivera y le dijo que el Rey "no borbonea". Se refería a que Felipe VI tiene muy bien tasadas sus atribuciones, por lo que es impensable que le pida a Pedro Sánchez que se abstenga a la hora de la puja de una investidura de Rajoy. Gregorio Morán cuenta en su biografía de Suárez el borboneo disparatado de Juan Carlos I, tanto en vísperas de la asonada del 23-F como en el momento en que llamó al exfalangista por teléfono a su dacha en el comienzo de la reforma: "Adolfo, vente para acá, que ya eres presidente". Esto que dice García-Margallo sobre Felipe VI, que hoy inicia su ronda de consultas con Quevedo, también hay que tasarlo con precisión. Una cosa es lo que establezca la Constitución y otra es la expectativa que su misión crea. No es la misma que la de su padre, que si hubiese sido un negado para el borboneo adiós a la democracia y todos anegados por la fanfarria de oscuridad que desprendía ese hombre con cara de ratón que se llamaba Arias Navarro. Juan Carlos I tejió complicidades, utilizó el teléfono secreto, mandaba mensajes y si lo pillaban no sucedía nada de nada: tenía a Carrillo y a Felipe encantados, y los españoles no tenían ni idea de cómo arrancaba una democracia. La Constitución puede decir lo que le venga en gana sobre las funciones de Felipe VI, pero no olviden que tras tantos y tantos escándalos la monarquía ha logrado volver a la solvencia. Por ello sospecho que muchos desearían que el rey borbonease algo en esta ronda de consultas, y que fuese un verdadero príncipe de Maquiavelo para obtener lo mejor de unos candidatos que parecen estar cómodos en el bloqueo institucional, que empezó en las vacaciones de navidad y ya va por las de verano. Superados los plazos que cualquier burgués vería como correctos, solo cabe agarrarse del clavo ardiente de la última esperanza que le queda a un vaquero: disparar para todos lados.