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Y nos clavaron la tijera

Escapamos locos. Pero sólo de la multa porque de los ajustes que acaba de imponer Bruselas ni San Pedro que baje los evita: 25.000 millones entre el año que viene y 2018. Encomiéndense a la recuperación económica para aligerar esta cifra o prepárense a ver cómo se arrastran aún más nuestros servicios públicos o a romper la hucha para pagar más impuestos.

Eso sí, con vaselina. El déficit de las cuentas públicas debemos dejarlo al 3,1% del PIB al finalizar 2017, lo que viene a ser un recorte de 15.000 millones, y al 2,2% en 2018, otros 10.000 millones más.

Y eso suponiendo que este año no sigamos, como las cabras, tirando pal monte y podamos cerrar el ejercicio con un discreto 4,6% gracias a soluciones tan creativas como esa subida en diferido del Impuesto de Sociedades.

Lo que viene a ser que tú, empresa, me prestas la pasta que ya veremos si te la devuelvo aunque yo de ti me pondría en lo peor y casi que no cuentes con ella. Y tan anchos. No me digan que no son unos cracks.

Aparte de ingenierías financieras, lo sustancial es la tijera que ya se afila y no la multa perdonada. Todo un pasteleo aunque este eterno gobierno en funciones -los mismos que nos metieron en esto- nos vendan el "ahorro" de 2.000 millones de sanción. Y dos huevos duros también.

Hay que tener cara para camuflar la que nos espera y presentar como un éxito que no nos cascaran una merecida multa cuando la Comisión Europea, a pesar de sus ganas, no nos metió mano porque no hay bemoles. Después del brexit, el miedo a un creciente rechazo a pertenecer a este club más económico que social es lo que ha pesado. Y mucho.

Correctivo merecido porque el déficit público ha sido todo un cachondeo. Cuando ha convenido, y no había votos en juego, era la excusa perfecta para trincar por sus partes a las comunidades autónomas, ponerles rabo y cuernos y, venga, a culparlas de todos los males y a dar la cara por las penurias en los servicios esenciales.

Como si estos angelitos de la Administración central fueran el ejemplo del rigor fiscal cuando no han cumplido ni un solo año con sus objetivos de déficit a pesar de quedarse siempre con el trozo más grande de la tarta.

Por el contrario, cuando las urnas se ponen a tiro la cosa cambia. Las amenazas de intervención se evaporan, se gira la cabeza, se silba con los ojos cerrados y a disfrutar del relax del déficit que ya Dios proveerá.

A lo que se añade una rebaja fiscal en periodo electoral a costa de desplomar los ingresos. Total, qué más da. Lo arreglamos inflando los presupuestos y cuando llega la evidencia del incumplimiento pues a vacilar a Bruselas.

Pero hasta aquí. Nos cogieron el güiro y ahora toca cumplir los compromisos que España firmó. Porque los firmamos. No vayan a creer que, aunque lo parezca, esto tenga algo que ver con un castigo divino.

Así que otra vez ya tenemos clavadita la tijera. Sólo nos queda saber - y será cuando sus señorías salgan del juego de Pokémon y se pongan a gobernar- por dónde nos meterán el tajo.

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