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Cine ' La mina'

El terror habita en las galerías

Kentucky es ese estado norteamericano que, quien más quien menos, todo el mundo conoce por una popular marca de pollo frito y por ser el lugar de nacimiento de una vigorosa variedad de whisky: el bourbon. Pero Kentucky es también uno de los estados mineros por excelencia del país.

Una de las explotaciones carboníferas de Kentucky, hábilmente recreada en los pozos españoles de Sotón y Montsacro, es precisamente el espacio central de The Night Watchmen. La mina, producción española dirigida por el vasco Miguel Ángel Jiménez, rodada en inglés por el interés en abrirse al mercado internacional.

El filme, de hecho, sigue las pautas más habituales del terror de factura norteamericana, aunque el cineasta trata de dejar su huella integrando un drama familiar como eje de la acción. Dejando a un lado el efectista prólogo, La mina comienza con el retorno a casa de Jack (Matt Horan), que ha estado preso seis años y busca recuperar la relación con su mujer y su hijo. Para ello, acepta un trabajo como guardia nocturno en una mina cerrada, que le consigue su hermano Mike (el inquietante Jimmy Shaw), el predicador local.

Con estos mimbres, Jiménez trenza una película tan previsible como efectiva, que se recrea en determinados clichés propios del género (los rednecks tarados, la familia asesina, el siniestro predicador, animales decapitados...) y que no oculta sus deudas con Defensa (John Boorman, 1972) y El vigilante nocturno (Ole Bornedal, 1994), aparte de toda esa veta dentro del terror Made in USA que nace con La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974). Pese a esta herencia, La mina flojea en su mezcla de géneros y no saca todo el potencial de buena parte de sus personajes, especialmente del predicador.

Pero el filme de Jiménez brilla con luz propia gracias a dos aciertos del realizador: el primero es el uso de la música, con la que va trazando las relaciones entre los personajes (aunque también desvele una de las bazas del filme al remarcar con un subtitulado una de las canciones); el segundo, por su parte, es la atmósfera con la que logra dotar a la propia mina. Es en esas instalaciones abandonadas, en esas húmedas galerías, cuando el filme encuentra su auténtica esencia y logra, por momentos, inquietar al espectador.

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