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Opinión

Echenique y el sistema

La democracia no se regenera por la energía cósmica que debe desatarse en ese abrazo colectivo con el que Podemos cierra todos sus mítines. La regeneración, si es que eso pretenden aún los de morado, surge de una disciplina personal que ha de ejecutarse cuando ni hay cámaras ni focos, cuando nadie mira y el único policía de los actos personales es uno mismo. Es esa suma de honestidades anónimas -insignificantes y muchas veces infructuosas- las que sí pueden cambiar las cosas de raíz. Por eso resulta bochornoso el comportamiento de Pablo Echenique, secretario de organización de Podemos, que ha sido pillado aportando su granito de arena (muy pequeño, es cierto) a la gran montaña de la economía sumergida al pagar 'en negro' a su asistente personal. Podía haberlo contratado y cotizado por él, acogiéndose al sistema de los empleados del hogar, pero como nadie estaba mirando y nadie se iba a enterar tiró por el camino del chanchullo.

Cuando las cámaras apuntan, Echenique clama por la purga de corruptos. Pero en la intimidad chapurrea el dialecto doméstico de esa gran lengua de los maletines y las comisiones. Advertencia a los santos varones de la política: cuando acudas a una lapidación guárdate de estar libre de pecado si quieres lanzar la primera piedra.

Aún así, lo peor no es eso. Echenique ha terminado por reconocer que hizo mal las cosas y que aceptará la sanción que le corresponda, si es que le toca. Pero en un principio tuvo el acto reflejo de culpar "al sistema" de que él hubiera tenido que recurrir a semejantes prácticas. Como a Dinio en su momento, la noche lo confundió. Fue el sistema, y los agujeros en la ley de Dependencia, los que forzaron a Echenique a tener a una persona sin asegurar. Debió ser el sistema el que le impidió cumplimentar los simples trámites para cotizar por esa persona como empleado doméstico. El sistema lo hipnotizó, susurrándole: "ahórrate el seguro, ahórrate el seguro, tira que libras". Es que no hay quien pueda con el sistema, coño.

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