La Provincia - Diario de Las Palmas

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Lo que hay que oír

El tipo prototípico

Pasan en Cuatro un programa, First Dates, al que parece seguir mucho público. Algunos días me lo tropiezo zapeando y allí paso un ratillo en perpleja admiración de esas parejas que Carlos Sobera sienta a la mesa de un restaurante por ver si ligan. Un ratillo solo, que se me disparan la tensión arterial y mi lado oscuro si permanezco más ante tamaño despliegue de fingida clase, de tópicos, postureo y ordinariez poligonera disfrazada a duras penas de glamur barato. Son mis gustos, a nadie importan, allá yo. A lo que voy es a que en ese engendro televisivo, que ni siquiera sabe nombrarse a sí mismo en español, va anidando una palabra fuera de sitio que me troncha de la risa y que, seguro, es reflejo de lo que se habla por ahí en quién sabe qué ambientes. Es la palabra "prototipo". "Prototipo" venía usándose en nuestro idioma para designar un ejemplar original o primer molde en que se fabrica una figura u otra cosa. Hablábamos así de que "las pruebas del prototipo Concorde 002 han tenido que retrasarse", por ejemplo. También valía "prototipo" para nombrar al ejemplar más perfecto y modelo de una virtud, vicio o cualidad. "¡Oh Redemptor del mundo, prototipo nuestro, Salvador nuestro!", sermoneaba en el XVI Fray Dionisio Vázquez. "Las armas y ascendientes de Filipo, / de la paz verdadero prototipo", rimaba Lope de Vega. O, como recoge la Gramática de Manuel Seco, "Don Quijote y Sancho han quedado convertidos en prototipos del idealismo y del materialismo de la humanidad". Pero hete aquí que escucho a un voluminoso participante en First Dates telefonear desde el servicio a un amigo para confesarle que la chica con la que le habían citado "no es mi prototipo, tío". Y otro jovenzano, que no se quitaba la gorra en la mesa así le aspasen, confiaba a la chica con la que cenaba: "Eres guapa, pero no eres mi prototipo". Bueno, más bien pronunciaba algo así como "erssapa, prono erss mi prototipo", pues los dioses no le habían llamado por los caminos de la ortología. Es decir: la palabra "tipo" ha muerto; viva, en su lugar, "prototipo". El vocablo "tipo" designaba el modelo, lo ejemplar. Era, asimismo, el símbolo representativo de algo figurado. "La muerte tampoco es mi tipo y no obstante muchas veces me atrae", escribía Sábato. Cuántas veces no habré escuchado cómo la frustración por el rechazo de una mujer provocaba la defensa en las palabras del hombre (o viceversa): "¡Bah, no tiene importancia! A fin de cuentas, no era mi tipo". De hecho, siempre me llamó la atención que los demás tuvieran "su tipo": de hombre, mujer, animal o cosa, algo de lo que yo carecía, ay de mí. Un brazo habría dado por tener "mi tipo", la imagen platónica. Pero se decía así y nos arreglábamos con ello divinamente. Sin embargo, si creemos que ese Primeras Citas es prototipo (¡aquí sí está bien empleado el término!) de la aún mayor burricie que se avecina, hoy Sábato escribiría: "La muerte tampoco es mi prototipo y no obstante muchas veces me atrae", ya ven qué horror. Y quien se acoda en el bar cayéndosele la baba pero disimulando el rechazo sufrido no dudaría en afirmar: "¡Bah, no tiene importancia! A fin de cuentas, no era mi prototipo", vaya por Dios. Véase el prestigio (más falso que Judas) de la palabra larga, del archisílabo. Nos valía "tipo", pero eran solo dos sílabas. "Prototipo" cuenta el doble, ahí es nada con el prototipo. Y el personal sigue apuntándose al burro grande, ande o no ande, a la palabra kilométrica para fardar a lo tonto de quién sabe qué. Permítanme, empero, seguir diciendo "tipo" cuando corresponda y "prototipo" igual. Escuchar a alguien proclamar: "Lo dejé porque no era mi prototipo", sigue sonándome a perversión sexual fea, guarra y de las gordas, a desahogo despechado de quien se acostaba con un bólido de Fórmula 1 o acaso con un avión o vaya usted a saber si con una tostadora.

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