L a ministra de Agricultura y el delegado del Gobierno en Canarias han visto en La Palma la catastrófica voracidad del fuego forestal y la dificultad de acotarlo y reducirlo en lucha con la temperatura ambiental, la sequedad, los vientos, etc. Las hectáreas destruidas y las evacuaciones humanas ya tienen proporciones dantescas. Ministra y delegado subrayan la importancia de los medios de todo orden, técnicos y humanos, aéreos y terrestres, que tratan de cortocircuitar las llamas y vencerlas antes de que lleguen a las zonas pobladas. Es cierta la concentración de medios y se reconoce el despliegue de las asistencias. Lo incierto está en su idoneidad.

Cuando van a llegar las temperaturas veraniegas se hace imperativo un sistema de prevención mucho más eficaz que el actual, obsoleto en gran parte y extremadamente peligroso para las personas frente al hecho consumado de los grandes incendios. Así lo vimos en el que asoló en 2007 buena parte de Gran Canaria, después el de La Gomera y ahora el de La Palma. De esta isla, de su singularidad y sus bellezas naturales nos sentimos todos justamente orgullosos. Será lento y caro restaurar su manto vegetal y las condiciones generativas del suelo. El presidente Fernando Clavijo lo ha visto en tierra y desde el aire. La evaluación del daño físico será muy alta, como también la del daño de imagen.

La prevención de estos desastres tiene que virar 180 grados. Los drones, que ya vigilan numerosas parcelas de actividad humana, pueden aportar soluciones valiosas. Las grandes manchas forestales de las Islas y la Península merecen el esfuerzo de un diseño especial, capaz de sobrevolarlas en todas las horas de luz y advertir del primer foco del fuego cuando se produce. El dispositivo de lucha sería más eficiente, más rápido y menos complicado para reducir y eliminar la propagación y, sobre todo, la pérdida de vidas humanas. Como la del agente forestal Francisco José Santana, que hoy lloramos en las Islas, persuadidos de que hubiera sido evitable su inmolación heroica.