La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sol y sombra

Hombre al agua

He leído una historia temeraria sobre la obsesión por los teléfonos inteligentes que raya en la idiocia. De ella se puede sacar más de una infeliz conclusión sobre el género humano pero afortunadamente el desenlace no está a la altura de la infelicidad dado que podría haberse desencadenado una tragedia. Anthony Larrimore, de 24 años, vecino de Cape Coral, en Florida, EE UU, se hallaba, en compañía de su mujer, haciéndole una foto a un cocodrilo de la reserva de Fort Myers cuando el móvil que utilizaba para captar la instantánea se le cayó al agua. Mala suerte: con el teléfono naufragaba también la única copia de casi un año de fotografías del pequeño hijo de la pareja. Desde el primer momento en que vio la luz hasta el último gugú grabado en vídeo. No podía dejarla allí, pensó Larrimore al mismo tiempo que se arrojaba a la charca para recuperar el aparato con alto riesgo para su integridad. El cocodrilo tampoco estaba dispuesto a aceptar así como así la invasión de su espacio y, según confesó después la mujer de Larrimore se preparaba para atacar el brazo de su marido en el preciso instante en que éste lograba in extremis hacerse con el teléfono y regresar a la orilla sin daños mayores que lamentar, salvo que el smartphone jamás pudo volver a encenderse. Tampoco la sonrisa de la criatura grabada por sus arrobados progenitores. El guarda del parque natural que atendió al desconsolado padre le sugirió hacer siempre una copia de los archivos más importantes al mismo tiempo que le estrechaba la mano para asegurarse de que el brazo, que estuvo a punto de zamparse el cocodrilo, seguía en su sitio.

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