Es verdad que la historia escrita la redactamos aquellos que comprendemos desde claves precisas los fenómenos humanos y que analizamos en tiempo y forma. Es cierto que, además de lo que escribimos, quedan sin reflejo aparente los sentimientos íntimos, los deseos individuales, las preocupaciones personales y los sueños más profundos.

La colectividad se ve proyectada en el análisis que hace valoración aproximativa de sí misma; a pesar de lo cual, la realidad completa queda fuera de ese estudio y difícilmente podría recogerse en un texto definido.

La fiesta cumple su misión. En ella, se dan los elementos esenciales de la convivencia a través del baile, la música, la comida de convivencia y, como culmen necesario, la Eucaristía que aúna, recoge y sintetiza aquello que es bueno, bello y artístico, de lo vivido y de lo que vamos a vivir en el futuro.

Así se experimenta en barrios y pueblos de nuestra geografía, como: "Kairos", que se repite y se renueva, que trae al presente a las personas que vivieron entre nosotros, a los enfermos, o a los que están lejos; se traen al corazón las anécdotas de la niñez, las convicciones que se transformaron, los hechos que quedaron en la memoria.

Es San Lorenzo un ejemplo de esto, en el que la vida interior de cada individuo se hace pólvora que sube hasta el cielo de los ángeles, en el que Dios contempla su obra y la bendice, nos bendice en ella.

¡Vecinos, foráneos, y amigos, viva la fiesta!