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'El caso Fischer'

La locura del peón

El magnífico documental de la HB0 Bobby Fischer against the world sentó cátedra hace un lustro sobre la fascinante figura del jugador de ajedrez, una mente privilegiada ante el tablero pero minada por desequilibrios que le terminaron empujando al abismo.

En tiempos en los que la guerra ardiente entre Estados Unidos y la Unión Soviética llegaba incluso a los campos de batalla del juego (hoy sería impensable que el mundo entero siguiera por televisión las retransmisiones de un campeonato de ajedrez como si de fútbol se tratara), Fischer se convirtió en una especie de héroe nacional por plantar y derrotar al gran enemigo Boris Spassky, quien, por cierto, ha visto El caso Fischer y la pone a caldo, incuidas las interpretaciones de Tobey Mguire, que encarna al norteamericano, y de Liev Schreider, que le interpreta a él.

Lo cierto es que ambos actores ofrecen unos trabajos muy hollywoodienses pero eficaces en cuanto a intensidad y convicción. No se puede olvidar que tras las cámaras está el señor que dirigió Leyendas de pasión, El último samurai o Estado de sitio, y que tiene pendiente de estreno la última de Cruise como Jack Reacher.

Así que factura una película con la misma efectividad mecánica de un Ron Howard, cogiendo un argumento ciertamente sugerente (la delgada línea roja que separa la genialidad de la locura en una atmósfera de pánico nuclear y cazas de brujas) y reduciéndolo a una concisa historia que empieza como una crónica de superación personal, sigue como una intriga en la que intervienen intereses políticos de todo tipo y desemboca en un enfrentamiento épico (todo lo épico que puede ser una pelea entre dos señores y un tablero de por medio) antes de dar carpetazo al asunto del desquicie mental con unos apresurados títulos de crédito.

Es decir, una obra superficial al máximo y por lo tanto fallida porque los materiales daban para mucho más, pero que, si se acepta su propuesta descafeinada, puede proporcionar un entretenimiento moderado y una hábil ejecución de la gran partida final.

Con todo, son las miradas de creciente delirio de Maguire, algunas pequeñas escenas que modulan algo el personaje en la sombra de Schreider (desaprovechado) y la curiosa relación de Fischer con su entrenador/sacerdote lo que da a Pawn sacrifice (El sacrificio del peón) sus jugadas menos previsibles.

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