Mi procedencia campesina me permite recordar aquel viejo árbol que en nuestra casa de Valleseco nos suministraba una buena cantidad de manzanas podridas. A estas últimas mi padre les extraía la parte dañada. Lo poco útil que quedaba se le arrojaba al cerdo, animal que nos permitía el único festín de todo un año. Así fue un pasado que compartimos muchos canarios. Al final resultó que el árbol, también, estaba podrido y mi padre lo cortó, cambiándolo por otro, que resultó lustroso y rentable.

Encaja la situación campesina con la situación de España. El partido Ciudadanos ha ofertado una alianza con el PP imponiendo seis condiciones. El problema es que las seis condiciones, aunque sean en principio aceptadas, y luego cumplidas, no nos liberan de la extendida podredumbre que sigue, con su olor profundo, infectando los aires de la Patria, porque detrás quedan muchas cosas que deban eliminarse si se quieren recuperar valores morales dentro del espectro social y político. Por citar solo algunas: la corrupción, la reforma de la justicia, el paro, la pobreza, humillante y vergonzante, el sistema electivo injusto y discriminatorio, la reforma administrativa (instituciones, empresas públicas, etc.), el control total del Estado como ejemplo, los sueldos de los políticos (en las últimas y enfermas Cortes los mal llamados Parlamentarios -porque algunos no han abierto la boca-, recibieron más de cinco mil euros mensuales, un poco más de los 655 euros del salario mínimo).

¿Por qué no hablar ya de dejar de pagar las nóminas de los políticos en vez de oír esta cantinela continúa de posibles rebajas y suspensiones de las pensiones? Se olvidan de nosotros, indefensos jubilados que hemos pagado por adelantado y con creces lo que ahora se nos devuelve ladinamente devaluado. Puedo llenar hojas inventariando los males de España.

Me pregunto, ¿cuál es el papel de la Constitución dentro de este campo de tumores? Se trata de una Constitución forzada por las circunstancias, que algunos privilegiados defienden encerrándola en el Arca de su conveniencia, ciegos a la corrupción y a los fraudes, que a su sombra han crecido. A pesar de los que la ocultan tras cortinas negras, la Constitución debe ser examinada crítica y severamente, y si fuese necesaria cambiada totalmente. No se trata de revolución, ni rebelión (que por otra parte no contaría con el beneplácito interesado de los muchos que tienen su mochila harta de dinero y prebendas) sino de un ejercicio de verdadera democracia actualizada, que luego, sin trampas, se someta a la aprobación del pueblo. Se trata de eliminar en paz, pero radicalmente, no solo las manzanas podridas sino el árbol que las produce, alimentando, de paso, a los cerdos.