La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Sisas

Entre mis recuerdos de adolescencia destaca la primera vez que me topé con lo que ahora se le cuelga la facilona etiqueta comodín de "el fenómeno de la corrupción".

Al ir a la plaza un día con nuestra asistenta pude comprobar cómo en las compras se reservaba para su bolsillo parte del supuesto importe de la compra.

Al desvelarle a mi madre con orgullo de Sherlock Holmes e indignación juvenil tal circunstancia me quedé de piedra al contestar mi madre, que sí, que ya lo sabía, pero que era muy poco, rogándome que me olvidara del tema.

En mi vida profesional ya de adulto he tenido lógicamente oportunidad de confrontar situaciones como ésta con cierta frecuencia. Pero para lo que no estaba preparado es para tener que compartir la confidencia de un socio mío, al advertirle que me daba la impresión que en alguno de sus negocios sus empleados desviaban parte de los ingresos a sus propios bolsillos; se sinceró conmigo confesando que ya lo sabía, pero que llevaba un estricto control de las cantidades distraídas, y que no intervenía sino en los casos flagrantes donde no cabía considerar lo enajenado como un simple "bonus" de los bajos sueldos, a contabilizar en el capítulo de "pérdidas y ganancias".

Pero es que hace unos días un amigo mío me reveló que al hacerse cargo de una empresa de su padre, que por razones de edad no podía ya administrar, se topó con varias "irregularidades", y que al ponerlas en conocimiento de su progenitor, éste le respondió muy ufano que no se preocupara, que era consciente de ello pero que lo tenía todo bajo control. Incluso se permitió ilustrarle un caso de un empleado encargado de las compras, que recientemente se había dedicado a cargar la adquisición de papel higiénico a dos departamentos a la vez, duplicando así el gasto, pero quedándose él la diferencia. Al percatarse de que animado por el éxito su empleado se había permitido extender una tercera factura, su padre tuvo que intervenir, pero bastó para corregir la situación un comentario casual al interesado "Ismael, se está gastando mucho papel higiénico". Los cargos por papel higiénico volvieron a la normalidad, quedando así ipso facto superada la presunta epidemia diarreica del personal de la empresa.

Confieso que no siempre me es fácil claudicar ante este tipo de situaciones, que aunque las comprendo y en aras de una administración eficaz admito que ocasionalmente se puedan tolerar, mi educación luterana se rebela indefectiblemente contra ellas.

Me consuelo con su razonada justificación al aplicarle la conocida y perspicaz máxima de Ganivet: "Lo perfecto es enemigo de lo bueno".

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